Héctor Alonso López
@HectorAlonso666
Los venezolanos iniciamos
este 1 de julio una senda para escoger un camino que aspiro definitivo en el
devenir de nuestra patria. No es la simple escogencia de un hombre o la
sustitución de otro.
Es la
hora de una profunda y serena reflexión, no solo de lo que han sido estos 14
años del desarrollo de un proyecto político, económico y social, sino de todo
un largo período de la historia reciente de Venezuela. La historia no es
estanca y todo tiene sus consecuencias por lo que hemos hecho o lo que no hemos
sabido hacer o hemos dejado de hacer o hemos permitido que se haga impunemente.
Toda
lección por aprender es un reto. Las generaciones del siglo pasado nos
enseñaron abrir las puertas de la democracia no como una ideología sino como un
camino en el cual pudiéramos dirimir nuestras diferencias civilizadamente. Esa
fue la gran conquista.
Iniciamos
un proyecto histórico para transformar las injustas realidades de un país
atrasado. De un país plagado de miseria y propiedad de caudillos civiles y
militares y montoneras que se repartían un país lleno de inmensas
riquezas pero con una población absolutamente indefensa por sus precariedades.
Ese
proyecto ciertamente nos dio muchos avances. Nació un país que tenía más cara
de porvenir y futuro bueno, constancia de eso, se dejó en el largo construir de
lo que tenemos de toda esa infraestructura aun existente pero ya
deteriorada y conquistas sociales; unas de gran trascendencia y otras como
asomo de grandes cambios que se colocaban en la agenda de lo que tenía que
conseguirse con continuidad en el tiempo y actualización.
Ese proyecto político tuvo
el gran pecado de no poder cambiar el modelo gomecista sobre el cual se montó.
La justa distribución de la riqueza encontró sus principales rémoras en los
egoísmos y las mezquindades de quienes más tenían y vieron en un estado
capitalista su gran proveedor de créditos, avales y créditos que muchos, los
más, nunca regresaron.
El estado modelo que
perduró mas del tiempo requerido se hizo macrocefálico y pesado. La
burocracia se hizo uno de sus más obstinados obstáculos, pues, la clientela, se
hizo presente para alimentar las fuentes del poder político. No fuimos capaces
de entender cuando era necesario en el tiempo cambiar el modelo que ya no era
el que satisfacía nuestras más urgentes necesidades de desarrollo con
oportunidades abiertas a todos los sectores de la vida nacional.
Y ni
hablar de la atrofia en las instituciones políticas que no llegaron a comprender
que solo su existencia estaba en relación a su oxigenación y renovación tal
cual ser vivo de la naturaleza misma.
Hoy
después de este vacío producido, nos percatamos, que se pretendió llenar con
otro proyecto político de otra naturaleza y de otros orígenes. Y ya han pasado
14 años. Y en esta hora estamos más que obligados a evaluar todo. Lo de ayer
que dio origen a lo de hoy y lo de hoy que ha dado origen a lo que llaman
supuestamente “revolución socialista”.
Hoy el
monstruo burocrático creció en cantidad incalculable y peor aún, con
paralelismo ineficiente. Mejor dicho la clientela de ayer es mayor clientela
que ayer pero al mismo tiempo más ineficiente e incontrolada.
El estado
macrocefálico de ayer se convirtió en un estado centralizado absoluto, en las
manos de un solo hombre y sin control de las instituciones constitucionales
creadas para esos fines. Ahora todo, todo, depende del estado. Estado
“capitalista y socialista” al mismo tiempo y a sus socios los gobiernos
extranjeros que convienen al proyecto que se pretende imponer al colectivo
nacional.
Un país
de convivencia y de diversidad política, con la fuerza del poder total, se le
pretende someter a ser un país amedrentado, perseguido y castigado.
Un país
de hermoso legado histórico se le quiere obligar a ir borrando su memoria
histórica reinventándole una historia que no se corresponde con la verdad ya
escrita y que aprendimos sin sesgo y con afirmación republicana.
Después de 14 años los
problemas de Venezuela han comenzado hacer otros de mayor gravedad y
peligrosidad para conservar nuestra cohesión social. Ya han entrado en juego la
pérdida de valores cívicos y democráticos y el debilitamiento de las
instituciones obligadas a preservarlos.
Podemos
decir con sincera angustia que estamos comenzando a vivir una metástasis
social. Donde la anarquía y el desorden juegan un papel peligrosamente activo.
Nuestro
país mira con perplejo y la más de las veces paralizado, al comprobar las
cifras de muertos, que todos las semanas, nos dan como parte de una habituación
al peor de los males que vivimos.
Un país
cuya administración de justicia es mas instrumento para saldar cuentas,
ajusticiar moralmente, pasar facturas políticas y ser sin duda graves fuentes
de corrupción nos alertan con mucha fuerza de lo que estamos viviendo en
Venezuela.
Ya es
hora que tomemos en serio lo que nos ocurre a quienes nacimos en esta tierra o
quienes la hicieron propia, habiendo nacido en otros lugares de la
tierra.
La
sociedad que vivimos no es la que merecemos. Corremos el riesgo si no
actuamos, a que se nos convierta en un proceso irreversible. Aquí
nos puede pasar lo de la Ley de Murphy. Donde todo va peor. «Si hay más de una
forma de hacer un trabajo y una de ellas culminará en desastre, alguien lo hará
de esa manera».
Corremos el riesgo que la
dirección de la flecha del tiempo no permita que ciertos procesos vayan hacia
atrás, de este modo podemos estar habituados a ver caer los vasos al
suelo que se hacen añicos, y todavía al día de hoy, ni un mago, nos haya
mostrado sin demasiados ambages, que los añicos del suelo se rejunten, formen
de nuevo el vaso y éste suba de nuevo a la superficie de la mesa que es donde
estamos ahora. Por eso digo o afirmo: “esta no es una simple elección”.
Estamos
hoy mirando que todo lo que ha venido ocurriendo en Venezuela en estos últimos
14 años, es como diría alguien “un saboteo a nuestras vidas”, y sufriremos, si
es que ya alguien y a lo mejor con toda razón, también pudiera decir que
vivimos una entropía social. Todo parece deteriorarse. Que fácil se destruye
una empresa donde a sus trabajadores se les dice que el estado les garantiza su
estabilidad pero no les dice que ya no producimos más y mejor, sino que nos
convertido somos un estado importador.
No nos
percatamos de cómo lo poco que queda de la producción nacional son procesos
cada vez menos fiables, el productor del estado cada vez con más vicios, sin
supervisión por despreocupación, originando que lo que no hacemos y lo
traemos de afueras el riesgo de su caducidad y mala calidad. Ello repercute en
todos los estamentos de la vida del país.
Ello sobre todo cuando es
la producción de alimentos puede suponer un problema de salud delicado y más
cuando hoy están de moda poner en los anaqueles de los expendios del gobierno
los envasados, los enlatados, los precocinados, los aditivos, los conservantes,
edulcorantes y lo que sea menester disfrazar sabores, olores y apariencias
cuando lo que debería preocupar serían los nutrientes y lo que de calidad de
vida, y seguramente esta sea la raíz de la mayor parte de las enfermedades que
hacen victimas a las grandes mayorías de la población del país. Nos es la
cantidad sino la calidad de la ingesta nuestra tragedia en ciernes.
El deterioro
del aparato productivo en manos del estado suele ir parejo también al deterioro
de los derechos laborales y de la vida social de los trabajadores. Huelga
decir que ello contribuye a que éstos pongan menor cuidado en lo que hacen,
cosa que los llevan por un lado a los permanentes accidentes pues ya no es de
mucho interés del nuevo empleador la seguridad laboral. Y los percances
sufridos son convertidos en secreto de estado para que no generen el ruido que
no conviene.
En otros
órdenes en donde se ve apreciando esa entropía social, indudablemente empieza
en la sectores docentes, donde se juntan varias cosas al mismo tiempo, donde ya
no es riguroso estudiar para aprender, ahora tampoco se estudia para trabajar,
y con muchos alumnos que no estarán interesados en aprender por falta de
motivación intelectual y vital, sucede que los docentes maestros y profesores
tampoco se emplearán a fondo por la migajas con que son remunerados, en
semejante labor estéril.
Así sucede con los médicos,
y sectores de la salud, donde estos observan como el Ministerio encargado de
esta actividad esencial no hacen nada para cuidar la salud de nuestro pueblo,
al contrario los animan a que vayan a consultas sin la totalidad de personal
requerido y donde los escasos medicamentos genéricos resolverán sus dolencias.
Y solo terminarán formando parte de las estadísticas que sirven para ser
parte de la escenografía propagandista del gobierno.
Un país
con tres décadas de atraso en su infraestructura vial por afán de demostrar
“crecimiento” nos llenaron en estos pasados años, de un parque automotor sin
precedentes, sin haber arreglado la vialidad existente. Y mucho peor, sin
haber construido lo requerido para dar movilidad en todas nuestras autopistas y
carretas principales y nuestras grandes ciudades convertirlas en
grandes estacionamientos que afectan el medio ambiente y la calidad de vida de
sus habitantes.
Ciudadanos que
terminan pasando buena parte del día unos en sus carros propios y la gran
mayoría en pésimos servicio de transporte colectivo y ni que hablar de los
sistemas rápidos de transporte que aun siendo nuevos también han colapsado.
La
entropía social a que nos han llevado es en todos los estratos sociales.
Simplemente basta con hablar con un ciudadano de clase media, que de ella
queda poca, o de los mayoritarios sectores más desposeídos de la
sociedad y nos percatamos de cómo la llamada Reforma Monetaria, no ha
provocado, un cambio cultural sino una simple percepción de que hoy ganamos más
que ayer.
¿Cuántas veces he hablado,
con gente que, habiendo tenido un entorno o posibilidades de al menos
estar informado y le preguntamos ¿cuántos ingresos tienes? y no son
capaces de traducir sus ingresos en el llamado ahora “bolívar fuerte” y
responden afirmando que ganan millones. Hasta un salario mínimo es dos millones
y cuando van a adquirir algo gastan bolívares fuertes versus los millones que
creen que ganan. A eso le debemos agregar que no hay conciencia de cómo la
inflación deprime los ingresos de cada quien, que el IVA sigue vigente y alto.
Que la escases a pesar de los controles o consecuencia de ellos, produce
mayor distorsión de los precios y todo nos cuesta más caro.
Que la permisología y el
monumental poder discrecional de los funcionarios públicos, hagan imposible,
la tranquilidad para la iniciativa y el trabajo productivo y
creador de muchos ciudadanos.
En el
deporte hay quienes reciben medallas y fortunas patrocinadoras que aplauden las
más inverosímiles inversiones.
La
televisión y los medios masivos de comunicación social se han convertido en
ring de la disputa política, con programas aburridos o ideologizantes con el
fin de ablandar cerebros para vendernos una utopía que no ha sido capaz
de darnos una buena policía que nos proteja, de cuerpos de seguridad
donde privan perseguir a la pequeña delincuencia y no los grandes delitos por
cuanto éstos le corrompen con jugosos sobornos; acontece con la limpieza de
nuestras calles que en época fiesta o motivo muy especial pintan, cuyos
relucientes arreglos de fachadas de edificios públicos y sustitución de aceras,
donde esconden la inmundicia de indolentes gobiernos locales, regionales y
nacionales desconsiderados con el medio ambiente, cuya realidad tiene
cobijo en aguas subterráneas y aguas negras que aún permanecen en la
superficies de las calles polvorientas de nuestros barrios olvidados, acuíferos
contaminados, y los gigantescos vertederos que contaminan nuestros reservorios
de agua que llegan para uso de consumo humano en las poblaciones
que las reciben.
Estamos
en un país donde se habla de libertad para movilizarnos simplemente, nos
es un país libre. Solo con decir, que para salir de Venezuela y no pensando ir
muy lejos, tenemos que recurrir al gobierno para que nos asigne de la
licencia de unas miserables divisas para poder llegar a Cúcuta zona fronteriza,
hermana de historia, geográficamente y humanamente convertida en la otra parte
de nuestra más importante ciudad fronteriza.
Todo ha
sido corroído. En todos los órdenes de nuestras vidas. No es cierto que
se ha aplicado aquel proverbio chino de “dale un pescado a un
hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá todos los días” El valor del
trabajo es quizás uno de los valores que más ha sido más vulnerado. Sólo el
trabajo nos hace dignos por lo que somos capaces producir.
Aquí nos han estimulado a
la lucha no precisamente ideológica, eso resulta aburrido a muchos, sino a
considerar la política un afán para prebendas y subvenciones. De sumisión y
silencio hasta con los más grandes disparates que se puedan decir. Hay
una subestimación y toda pasa sin que reaccionemos. Hemos llegado a un
deterioro mental tal que lo encubrimos con chiste y jolgorio porque somos
“caribeños”. Los partidos políticos, tienen que regenerar su verdadero musculo,
redefiniendo su papel excepcional en una sociedad cada vez mas carente de
valores, éticos, morales y democráticos. Acontece y acontece, y no deja de
acontecer la paulatina y gradual degradación de esos valores. Ya hemos perdido
hasta la práctica de valores ciudadanos, de buenos modales, que no
tenemos ni las más elementales normas de buenas costumbres y sanos hábitos de
consideración entre nosotros.
No
podemos permitir que sigamos siendo un país amedrentado,
perseguido, asustado, lleno de miedo, sin sana convivencia, sin tolerarnos en
nuestras diferencias, llenos de resentimientos, empujados a rendir culto a la
personalidad de un solo hombre, por tener a su favor, “por ahora” el poder de
fuego. Ni la propaganda exagerada, por el uso y abuso de todos los medios
masivos de comunicación, a lo mejor de momento, que estoy seguro se logran
camuflar en la conciencia colectiva, pero no al subconsciente, también
colectivo, del que no hablamos, pero existe, y que en todos estos deterioros
cada vez más clamorosos y que están a punto de estallar, como un gigantesca
nube negruzca y muy oscura.
El camino
a recorrer es demasiado exigente. No en vano, aun en momentos que creí fáciles,
supe aprender de verdades que se me convirtieron en experiencias.
Mientras creamos que hay una rendija democrática, por allí debemos
meternos, pero conscientes que el camino electoral solo será el inicio de un
largo y muy difícil camino, pues no bastaran las elecciones.
El reto es mucho mayor. Es
un cambio de modelo. No la copia de ningún modelo. Ni la repetición de modelos.
Es la oportunidad para hacer buenas todas las lecciones de lo que hemos vivido
y convertirlas en serios y sinceros aprendizajes, de que es posible, un país de
verdad, que sea de todos y más nunca contra nadie se diga que no
volverán.