Entender la Navidad de Venezuela

En el año 2015, los días 24 y 25 de diciembre, tenía una gran depresión por la que intenté suicidarme. Mi idea era lanzarme ante un carro. ¿Por qué no lo hice?, por miedo: Miedo de Dios, miedo de deshonrar a mis padres, miedo de desgraciarle la vida a quien condujera el auto, miedo a quedar parapléjico, miedo a la salida fácil y errónea.

Iba a destruir una fecha insigne tan sólo por un dolor personal, el dolor de estar solo sentimentalmente, que mis triunfos personales y ahorros no fueran más que sucesos y algo material y no algo que compartir con una mujer. 

Se me habían sumado problemas personales esa semana que hacían que tal decisión fuera la correcta. Menos mal que el miedo llegó pero para decirme sus dudas y que éstas activaron mi análisis y, porqué no decirlo, pusieron a mi ángel guardíán a trabajar al doble, para cuidarme de mí mismo.

Luego, surgí de esas cenizas y de tal experiencia hice la promesa de no decaer. Tal vez influyó la soledad más el síndrome de los 40, pero lo más seguro es que lo que influyó fue lo que he defendido por año: La Natividad del Señor como símbolo de Amor, Redención y Paz.

La Navidad no es comida, no es bebida, aunque le hayamos creado ese marco a la época; menos es regalos ni ropa, viajes o fiestas.

Es familia, es evaluarse y saberse útil, es compartir, es dar sin esperar recibir. Es querer lo que tienes y programar el futuro al ritmo de tus posibilidades, labrando el mejor camino. Que lo logrado sepa a recompensa y que sea beneficioso al menos en la inspiración a otros para que busquen su destino.

Es la sencillez, la humildad, lo bonito y valioso de lo pequeño, lo que plena los sentidos, revitaliza el espíritu y atrae la paz.

Nadie decreta a la Navidad, ella está intrínsecamente ligada a los sentidos, se respira, se siente en la piel, se saborea, se ve, se oye, se hace parte de ti.

La Navidad no tiene mecanicidad ni un orden estricto. Es recibir a un niño con alegría, color, gracia, sentimiento, sin falsas poses. Es tan amplia que me faltarían palabras del diccionario para poder expresarla.

Yo, como conté al principio, dejé que el dolor mandara en algo a lo cual repruebo y llevaré como cadena aleccionadora en mi ser. Le estoy dando la vuelta para que la Navidad sea una verdadera celebración, no de platos típicos ni ropa o regalos aunque pueda costearlos, sino de ser útil y de poder ver que lo que hago me dé el fruto que me gusta: una sonrisa que me eleve el alma.

Mira dentro de ti, aún hay tiempo, para que construyas tu entorno con lo mejor y más humilde del entorno, la comida que gustes y puedas probar, la música que puedas de verdad compartir al ser de gusto mayoritario, la ropa bonita pero digna para recibir al Señor (traer las mejores vestiduras) y poder darle de ti a la familia, amigos, conocidos, desconocidos en esta ocasión de año.

Verás que te gustará tanto, que haras de la Navidad una forma de vida, esa que quiere Dios.

Este post quizás es más de mi blog de religión Catolistech, pero hay un pero: Debes evitar que los políticos te vendan una Navidad de guerra de hacerlo todo a juro como ellos dicen, que la debes disfrutar o no disfrutar como dicen los amargados, que debes enfrascarte en otros temas y relegar a la Navidad. Señores, la Navidad llegó primero, cuando Dios hijo nació en el pesebre y el mundo creó a la Navidad del sentimiento, distinta a la comercial.

Aclaratoria: No es malo comprar ni vender artículos de Navidad o que sean típicos de la época; lo malo es que te desvivas, obligues y finjas con ello, olvidando los valores humanos y que el mundo sigue su curso y requiere que tengas una Navidad interior para no alejar más a los demás, sino unir.

Luego me contarás tu Navidad y Año Nuevo...

Argenis R. G. Serrano
Redes: @Humoristech

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