Nadie en su sano juicio puede rechazar, a priori, la necesidad de negociar para superar una crisis, pero lo que si se debe negar, de manera enfática, es la trampa implícita en una supuesta propuesta de diálogo, elaborada por un grupo de supuestos mediadores que fueron seleccionados sólo por una de las partes, y que, en busca de un resultado que, para ellos, no sea desdoroso no contribuyen a buscar una salida a la crisis, sino a mantener el desastroso status quo.
Para que haya negociación -dejemos de lado la engañosa palabra diálogo-, se requiere voluntad de las partes de resolver el problema que los lleve a la mesa de negociación.
Como hoy luce improbable un acuerdo entre las partes, ya que las posturas y posiciones son antagónicas (una quiere que se reconozca el llamado plan de la patria, no previsto en la Constitución vigente, y la otra reclama el cumplimiento estricto de la letra y el espíritu de la misma Carta Magna), lo que se requiere es una negociación asistida en la que las partes dispongan, cada una de ellas, de personalidades respetadas y respetables de personalidades públicas internacionales y que se fijen, con carácter prioritario, las condiciones mínimas para pide iniciar un proceso de negociación.
Es evidente que la carta del Cardenal Parolin iba en ese sentido, porque sin liberación de presos políticos, confirmación de una agenda electoral, apertura de canales humanitarios y respeto a las potestades constitucionales de la Asamblea Nacional, no puede ni debe existir una negociación que se centre en los mecanismos para superar las crisis política, económica, social e humanitaria.
Es hora de llamar al pan pan y al vino vino. El que, por ardides y mecanismos fuera de la legalidad constitucional, pretenda imponer una determinada visión política, no puede ser calificado como democrático, sino como pareciera ser, pretensión dictatorial y totalitaria.
Editorial de Analítica.com
Fuente: http://www.analitica.com/opinion/verdadero-dialogo/
