Para
reflexionar sobre sí el rechazo es odio, primero debo colocarlos en contexto:
Me
encontraba en una frutería y llegaron unos policías a comprar aguacates. Uno de
los agentes le dijo al dueño, ¿Éste maduro estará bueno?, a lo que el frutero exclamó,
¡¿Cómo me vas a preguntar sí maduro es bueno?!, ¡Dime sí este aguacate está a
punto, pero no que maduro sea bueno!; las risas en el lugar no se hicieron
esperar y los agentes, de manera trémula, le dijeron en tono amable al señor,
¡Cuidado con la ley del odio!, mostrando en sus rostros que no estaban
conformes con decirlo y más cuando el dueño remató con un ¡Eso es a ustedes que
les obligan a decir eso, a mí no!
Todo
terminó allí, un episodio que en lo personal abrió la incógnita de sí el
rechazo es odio. Porque tenía entendido que odiar es desear mal a alguien y
expresarlo o ponerlo en acción con ventaja, premeditación y alevosía, quizá
teniendo como atenuante un momento de tensión mientras no lo materialice,
aunque es claro que tendría una sanción aunque fuera de servicio comunitario,
multa o disculpa pública.
Pero
rechazar a alguien no puede ser considerado odio, menos hacerle decir, pensar, sentir
o coaccionar para que jamás exprese que no, no lo acepto, lo rechazo, no le
considero bueno para mí, los míos o mi país en este caso.
Eso era
lo que yo pensaba, pero al parecer en la Venezuela (y mundo progre de hoy), el
rechazo es odio de manera directa.
El rechazo es odio
Y esto
no sólo atañe a la ley contra el odio y lo selectiva que pueda ser en
Venezuela, esto también se ha metido en lo social y en los hogares.
Basta
con observar videos en TikTok donde jóvenes preparan todo un evento con flores,
música, carteles, globos y los lanza confetis (no sé cómo se llaman), para
pedirle a una chica que sea su novia.
Cuando
ella les dice que no, -porque en su derecho está de no quererle como él la
quiere-, el hombre transforma su supuesto amor en humillación y el rechazo es
odio automático, gritando, rompiendo todo y haciendo que muchos más le sigan en
su supuesto inmaduro dolor. No hay un punto medio.
De allí
que también estemos viendo como más vidas femeninas se están perdiendo porque al
rechazar las pretensiones d un hombre o por el contrario, querer amarle pero
que todo sea con respeto, terminan con agresiones por imposición de fuerza y
ego, muchas veces sembrado o no corregido desde los hogares.
Véase
también que el rechazo es odio cuando a la gente se le conmina a cumplir con
sus deberes para que se le cumplan con sus derecho o al menos, ser recíprocos
cuando luego de serle respetados sus derechos, devuelvan algo a la sociedad
cumpliendo sus deberes ciudadanos.
Ese “dame,
dame, dame”, se impone y se transforma en el camino de la violencia,
prepotencia y tensión social que nadie amerita vivir; lo vemos con los
conductores que abusan en las calles o peor aún, en las aceras y también con
quien hace una fila en un supermercado y por el hecho de pagar, hace desmanes o
dice atrocidades mostrándose como un ser asocial con rasgos de antisocial.
El rechazo es odio para quien no tiene equilibrio
En estos
tiempos en los que un chiste, un reclamo justo, una protesta, la omisión, la
lectura de conceptos (aplicación del signo lingüístico), las pruebas y la búsqueda
de equidad son atacados por quienes buscan el dominio del hombre sobre el
hombre, primero sembrándoles el caos para luego entrar ellos como supuestos
salvadores, aún así, podemos decir que no, el rechazo no puede ser considerado
igual al odio.
Rechazo
es no acompañar y alejarse; y sí alguien te dice que “sí no estás conmigo,
estás en mí contra”, lo que hace es amenazarte y ponerlo todo en absoluto y muy
posiblemente no se puso a analizar que esa persona no puede soportar acompañar
lo que considera un error, desplante o exageración con consecuencias
perniciosas.
Eso de
ver enemigos donde no los hay o gente atacándote sin que ello sea real, es una
paranoia que termina alejándote de quienes de verdad te quieren, pero que no
pueden soportar verse involucrados en aquello que su mente y corazón les dicta
que no es lo correcto.
Aunque
algo sea legal, no precisamente es justo. Si alguien piensa que el rechazo es
odio, está incluso perdiéndose la opinión más leal, noble y salvadora que
podría tener para mejorar en cualquier aspecto donde tenga influencia.
Sensatez
y sensibilidad, la fórmula del equilibrio socio-legal…