Los
medios de radiodifusión en Venezuela, desde los años 50 hasta las postrimerías
del siglo XXI, fueron famosos por las novelas radiales. Grandes actores y
actrices daban vida a historias de todo tipo, haciéndolas fantásticas para toda
audiencia. La vida de las canciones
era uno de esos programas en Radio
Rumbos. En él, se encontraba un nuevo Significado de Canciones que superaba a lo que comúnmente podíamos captar.
La vida de las canciones
El
actor Argenis Chirivella y la actriz
Rosita Vásquez eran recurrentes en
estas producciones, donde tomaban, ya fuera una canción de moda como una ya muy
consolidada y en una hora, mostraban el trasfondo de la misma, fuera desde la
propia vida de quien le interpretara, como de la narrativa que se hallaba en la
letra.
Allí,
pudimos escuchar (lo viví en los 80 y 90), canciones de oro puro como Pedro Navaja (Rubén Blades), Llorarás
(Oscar D’ León), Marejada (Roberto Antonio), Tanto la Amó (Natusha), Gitana
(Willie Colón), Él Me Mintió (Amanda Miguel), No Controles (Flans), El Triste
(José José) y una de las primeras adaptaciones no cantadas de Caballo Viejo (Simón Díaz).
Cada
sábado, la vida de las canciones rompía el propio patrón que Radio Rumbos tenía
para sus fantasiosas, dramáticas y muy estilizadas novelas, competidas en menor
grado por Radio Continente que
transmitían a nivel nacional. He de reconocer que desconozco sí en algunas
otras emisoras de Venezuela había radionovelas, quizás en el Zulia, por su
idiosincrasia.
Este
programa de la vida de las canciones era una forma de la emisora también de
impulsar a la canción, tal cual fue costumbre por décadas: La canción más
sonada, el artista más escuchado, surgía de la aceptación de un locutor o DJ y
de la propia emisora.
Toda
una estrategia de mercadeo y publicidad bien manejada, acorde con los tiempos,
que beneficiaba no sólo al artista y a la emisora (y al oyente, en tal caso).
Daba beneficio al auspiciar la creatividad de escritores y guionistas,
garantizaba la labor –ampliando su espectro- de operadores e ingenieros de
audio, además de agregar a los expertos en efectos
de sonido.
Acá
se incluía a la producción, directores de escena y los artistas (incluso se
dividían en ambos roles); las ventas en publicidad eran mayores, ya que la garantía
de la actuación, la diversidad del target de radioescuchas y el punch de la
canción, que se asociaba de manera indirecta con la marca, garantizaba ventas o
fidelización de clientes.
Era
pues, uno de esos productos que los medios de comunicación hacían de su
facilidad, un arte verdadero.
En los tiempos actuales
Diversos
países, como México, Costa Rica y Colombia,
han utilizado el sistema y les ha ido bien. La televisora venezolana Venevisión en su momento hizo uso del
recurso, aunque éste tuvo un fallo que le quitó lo reluciente. ¿Cuál fue?, las canciones que elegía.
La
vida de las canciones no sólo buscaba hits, sino hilvanar una trama social con
argumentos bastante lógicos, más que simpáticos, para unir cada estrofa o coro
con un sentimiento y una realidad que el público asumiera como propia, tal cual
hizo con la canción.
Pero
ya desde el 2000 y con la llegada del trap, reguetón, la música de baladas con
gritos, tonos lamenteros y vocales estiradas, disminuyó el valor de las letras.
Ya sólo son productos que tanto rítmica, armónica y poéticamente, no aportan
nada a la sociedad.
Es
imposible sacar agua de las piedras y eso son muchísimas (no todas) de la
piezas musicales que este siglo XXI han surgido. Ni hablar del ego, desparpajo
y sin valores de quienes los interpretan.
Eso
le da fin a una buena idea, una musa, una reinterpretación o explicación más
amplia surgida de una canción, incluso sí es una obra libre basada en ella. Es
que las letras no tienen mayor fin que el dinero e idiotizar o hacer sentir
supuestamente bien a una generación que no saben que le están quitando brillo a
su amor por la música y la cultura.
La
vida de las canciones sólo puede resurgir, si renacen verdaderas letras y obras
que incluso, en su más latente intención comercial, aporten un valor de
alegría, confort, beneplácito, relax y buen acompañamiento al público.