He de volver a defender al humor. Esta vez, el que nace de la frustración.
Mi planteamiento es fácil: El que ríe, recuerda con más facilidad lo bueno o malo que ocurre/ocurrió en cierto y determinado momento, sin llenarse de ira, sólo de ironía; sin llenarse de odio, sino de sarcasmo; sin ofuscarse; sino reforzarse para seguir.
Las bromas, chistes, ironías hacia los gobernantes son lo más lógico que existe acá o en Corea (del Sur, en la otra una mueca y mueren). Más cuando el gobernante es un remedo de político, un comicastro de la economía y un looser del humanismo. Digamos un nombre y apellido al azar, ejemplo, Nicolás Maduro.
Desde antes de agarrar el puesto inmerecido, ha estado diciendo palabras, expresiones, jerga, tratar de conectarse con las personas y parece un personaje de un chiste burdo...y lo es.
Pero muchos en las redes sociales se ofenden que uno haga humor sobre ello, alegando que mientras tanto ocurren otras cosas. Acá es donde saco la artillería del pensamiento y les digo: ¿arrecharse con cada cosa les va a servir en su vida diaria?, ¿es en ese plano en el que ustedes se dejan ganar? ¿no pueden echar chistes y aportar soluciones, utilizando el humor pensante como un reforzador de sus bien fundamentadas hipótesis de mal gobierno, economía en desplome, ética fenecida?, ¿ustedes no saben mascar chicle y subir escaleras entonces?
Me hacen recordar a los pendejos que siempre dicen: "yo no sé porqué la gente dice que la vaina está jodida y las licorerías siempre llenas, los pasajes en los aeropuertos agotados, la gente en los restaurantes, etc.".
El punto es que jamás es la misma persona en el restaurante, jamás es la misma persona viajando, porque no hay economía o vida que dé para ello, somos 30 millones y más de personas en Venezuela y cada quien lucha por su vida y darse gustos. El día que tú los ves, es el día que puede hacerlo, no a diario, no todos.
Con respecto a las licorerías, de usual son los que dejan el sueldo allí sin importarle lo demás; puede estar su economía muy mal, pero su vicioso gusto prevalece. Es un mal tan generalizado que por ello se notan las licorerías llenas. Es su mundo, no lo aceptamos por no ser sano, pero es su decisión.
Así es con el humor, la decisión sana y correcta de aplicarlo aunque sea como panacea a los embates de un tropel de personas malas con poder. Cada ciudadano tiene momentos y lugares para contrarrestar a esos villanos políticos o funcionarios: Votando, denunciando, organizándose, no dejando cabos sueltos y siempre combatiendo con argumentos que hagan huir, no a la visconversa.
Nada de sangre por la patria, primero porque es sangre de hermanos, segundo, porque la patria llora a sus hijos que no supieron usar reales alternativas paso a paso, llevando luz donde hay oscuridad.
El humor es pensamiento, algunas veces hasta en el chiste más burdo. Pero el cuerpo se sosiega y comienza a pensar en frío, actuando en caliente.
Por ello, cuando alguien alegue que el humor no es para combatir, aléjese, ese está perdiendo la batalla como carne de cañón.
Cuando ríes, recuerdas; y ese recuerdo lo transformas en facturas a cobrar a los que dañan la alegría del país.
Mi planteamiento es fácil: El que ríe, recuerda con más facilidad lo bueno o malo que ocurre/ocurrió en cierto y determinado momento, sin llenarse de ira, sólo de ironía; sin llenarse de odio, sino de sarcasmo; sin ofuscarse; sino reforzarse para seguir.
Las bromas, chistes, ironías hacia los gobernantes son lo más lógico que existe acá o en Corea (del Sur, en la otra una mueca y mueren). Más cuando el gobernante es un remedo de político, un comicastro de la economía y un looser del humanismo. Digamos un nombre y apellido al azar, ejemplo, Nicolás Maduro.
Desde antes de agarrar el puesto inmerecido, ha estado diciendo palabras, expresiones, jerga, tratar de conectarse con las personas y parece un personaje de un chiste burdo...y lo es.
Pero muchos en las redes sociales se ofenden que uno haga humor sobre ello, alegando que mientras tanto ocurren otras cosas. Acá es donde saco la artillería del pensamiento y les digo: ¿arrecharse con cada cosa les va a servir en su vida diaria?, ¿es en ese plano en el que ustedes se dejan ganar? ¿no pueden echar chistes y aportar soluciones, utilizando el humor pensante como un reforzador de sus bien fundamentadas hipótesis de mal gobierno, economía en desplome, ética fenecida?, ¿ustedes no saben mascar chicle y subir escaleras entonces?
Me hacen recordar a los pendejos que siempre dicen: "yo no sé porqué la gente dice que la vaina está jodida y las licorerías siempre llenas, los pasajes en los aeropuertos agotados, la gente en los restaurantes, etc.".
El punto es que jamás es la misma persona en el restaurante, jamás es la misma persona viajando, porque no hay economía o vida que dé para ello, somos 30 millones y más de personas en Venezuela y cada quien lucha por su vida y darse gustos. El día que tú los ves, es el día que puede hacerlo, no a diario, no todos.
Con respecto a las licorerías, de usual son los que dejan el sueldo allí sin importarle lo demás; puede estar su economía muy mal, pero su vicioso gusto prevalece. Es un mal tan generalizado que por ello se notan las licorerías llenas. Es su mundo, no lo aceptamos por no ser sano, pero es su decisión.
Así es con el humor, la decisión sana y correcta de aplicarlo aunque sea como panacea a los embates de un tropel de personas malas con poder. Cada ciudadano tiene momentos y lugares para contrarrestar a esos villanos políticos o funcionarios: Votando, denunciando, organizándose, no dejando cabos sueltos y siempre combatiendo con argumentos que hagan huir, no a la visconversa.
Nada de sangre por la patria, primero porque es sangre de hermanos, segundo, porque la patria llora a sus hijos que no supieron usar reales alternativas paso a paso, llevando luz donde hay oscuridad.
El humor es pensamiento, algunas veces hasta en el chiste más burdo. Pero el cuerpo se sosiega y comienza a pensar en frío, actuando en caliente.
Por ello, cuando alguien alegue que el humor no es para combatir, aléjese, ese está perdiendo la batalla como carne de cañón.
Cuando ríes, recuerdas; y ese recuerdo lo transformas en facturas a cobrar a los que dañan la alegría del país.
