Tuve
la desafortunada oportunidad de ver a un motorizado identificado como afiliado
a Ridery (empresa de transporte y
delivery por app), cruzar de manera imprudente ante otros vehículos y casi
arrollar a dos muchachas. Ante la protesta debida, éste espetó de manera
maliciosa, ¡Estamos en Venezuela!
Su
sorna evidenció un desdén evidente a los valores nacionales reales, haciendo
entender que la filosofía espuria de “yo
primero, yo segundo y yo tercero”, relacionados con la deleznable filosofía
urbana de “la viveza criolla”.
Da
miedo extrapolar esa actitud y justificación en cualquier estrato social y
labor, justificando con eso de que estamos en Venezuela cualquier cosa que queramos
hacer o que nos resulte de los impulsos más primitivos o las ganas de destacar
de la forma que sea.
Esto
explica un tanto (pensándolo de la manera más equilibrada posible), el miedo,
la inestabilidad emocional, las reacciones fuera de lugar, la mofa, las ganas
de manipular e incluso el dejarse manipular con el propósito de obtener la
tajada de algo.
Asocian
al país nacional con un lugar que ya está en el foso y no vale la pena salir
del mismo. Que debemos sobrevivir en una jungla de concreto mancillando y
obviando al prójimo y dejar a un lado hasta que mueran, las más elementales
normas cívicas, éticas y morales.
Parece
inútil decir que estamos en Venezuela, pero en esa que es la tierra de Simón
Bolívar que aseguró que moral y luces son nuestras primeras necesidades; la
tierra de Arturo Uslar Pietri que dijo que hay que sembrar el petróleo, en
franca alegoría de que lo que se gana material, se debe multiplicar por igual
en lo inmaterial.
Han
olvidado incluso que Simón Díaz cantó, “porque después de esta vida no hay otra
oportunidad”, refiriéndose en que hay que amar, respetar, nunca ser ni más ni
menos que los demás, que la igualdad es hacia arriba.
Estamos
en Venezuela, pero no en esa de quienes ya sea por venir de familias disfuncionales
o porque se creen alguien superior por el ego, puedan imperar. Ya basta con la supuesta dominación de un connacional a otro tan sólo para prevalecer.
Así
que cuando hagas algo, incluso aunque te critiquen, quítate los cargos de
conciencia con tan sólo evitar el avasallar, cuando bien puedes equilibrar.
Toma el ejemplo de que estamos en Venezuela, un país que lo tiene todo
perfectamente equilibrado y bendecido, salvo las ganas de nosotros mismos de
ascender y trascender.