En
uno de mis eventos de Stand Up Comedy, felicité a los estudiantes de un
tecnológico cercano al sitio nocturno donde me presenté. Les dije que lo malo
de estudiar en socialismo, es que no podrán ser Presidente, ya que eso no entra
en el Plan de la Patria.
Una
de las chicas me dijo, ¡yo seré alcaldesa!, cosa que me alegró. Fuese o no
verdad, hay una nueva visión nacional para quienes deciden quedarse. Lo malo,
ya son pocos los que se quieren quedar. Y aún más peor, yo que no apoyaba eso, ahora lo aúpo y entiendo.
A
la juventud, sea o no pudiente, le está dando por irse a otros países, no por
no amar a Venezuela, pero es más que obvio que la estabilidad (co-partícipe de
la felicidad), no se encuentra ya acá, en base al dinero y lo que lo colinda:
ahorro, salud, vivienda, transporte, seguridad, necesidades básicas,
necesidades impuestas, obligaciones civiles, entretenimiento, muerte y
nacimiento, educación, cultura.
Comprarse
una casa a gusto no es una opción viable; conseguir un auto mucho menos; estudiar
y ejercer lo estudiado, va en franca caída; darse gustos con el sobrante de
cubrir los gastos necesarios, va en picada; conseguir lo que se necesita y desea,
una odisea.
La
consecuencia OBVIA de ser dizque dirigidos por quien es dirigido; por el que no estudió
ni se instruyó; por el obcecado y cerrado; por el mal acompañado y aupado; por
el que siendo, nada en realidad es. No había para dónde coger, aunque muchos de
quienes lo auparon no lo quieran aceptar/entender. Y el empeorar es su norte,
aunque suene a que eso deseo; no, no le deseo ese mal a Venezuela, pero somos
los reos y el la bola con cadena.
Unas analogías fáciles de entender
A
ver sí con esto se los explico: si tú tienes una licorería y necesitas un vendedor
para que te la cuide mientras no estás, ¿vas a contratar a un alcohólico?;
Si
en una entrevista laboral para secretaria, hay dos aspirantes, la dama sencilla
y preparada y la otra que sólo está buena, ¿vas a contratar a la buenota sólo
por ello, estando ahogado de trabajo y a sabiendas de que ella no da la talla?;
¿Le
permitirías a un amigo que vio cómo se arreglaba un motor en un programa de
televisión, meterle mano al motor de tu carro, sólo para dizque ahorrarte el ir
a un mecánico?;
¿Aceptarías
con orgullo y felicidad que el puesto para el cual trabajaste en la compañía,
te sea arrebatado por el sobrino del dueño que es un vago vividor?;
¿Las
cosas son del que las trabaja o del que jala bolas y dice sí a todo?
Sé
que son observaciones obvias, pero por muy engorrosas que suenen, son la
realidad que millones no quieren ver y millones ni idea tienen, mucho menos
ganas de pensarlas, están en el yoísmo, con una cerveza en la mano mientras
están en una cola donde se distraen porque no tienen empleo o faltaron al mismo
amparados por las razones que les vienen en gana o por la inamovilidad laboral.
De vuelta al tema
Irse
de Venezuela no es rendirse, es vivir. El mundo que Dios creó y la permisibilidad
que las fronteras de otros países nos otorgan para calmar al cuerpo, para
serenarse como acá no pueden y porque el destino se los permite, ya que Dios no
da puntada sin aguja.
Pero
a los venezolanos no se les sale su país al irse a habitar en otro, sea por las
mañas (que son muchas y rozan con el libertinaje), y por el corazón y gusto que
acá se vive: su idiosincrasia, coloquio, comida, calles, avenidas, paisajes,
música, acentos, calor humano, comodidad y todo lo bonito que es el país, salvo
su gente mierda que es mucha la que detenta cargos públicos y/o pertenecen a
grupos armados para defender a la ignominia, burla y escasez de criterio.
El
venezolano llora con sus símbolos patrios y los ama dentro y fuera de sus
fronteras. Dice con orgullo que es de Caracas, de Maracaibo, de Cojedes o de
Bolívar, esté en USA, España, Panamá, Perú o Costa Rica; cuenta anécdotas y en sus viajes se
trae a una amistad para que constate lo que está diciendo y al regresarse, se
lleva los sabores de la tierra, artesanales o comerciales.
Porque
Venezuela tiene mucho para dar, de gente educada, instruida y labrada en el
calor de los oficios; personas netamente distintas al que no estudió, no sabe
de historia y parece no tener una propia, sólo siendo una sombra de quien le
amparó y ahora ni por favor a él hace las cosas casi bien; no tiene un éxito, un
lado agradable, un gesto simpático, una característica. Es la nada que más nada
se hace, todo un agujero negro.
Eso
no es la Venezuela que éramos ni debíamos mantener; ampararle eso es de
alcahuetes. Y no es matarse estudiando, es vivir para gozar y aplicar el
estudio, de micro a macro, ese aporte vale. Los americanos salen a estudiar y
lograr su vida, pero para luego estresarse buscando lo material. Podemos marcar
la diferencia, hacer lo necesario en metálico para vivir con dignidad, para
ayudar a la dignidad ajena y disfrutar, sin reventarnos.
Pero
miles eligieron mal, otros no lo han sabido corregir y el virus que dice
mandar, está regándose en forma de basura en el país, lo que hace que lo productivo
(empresas de carros, dentífricos, condones) se larguen y venga…la nada, porque
ya casi nada bueno quiere llegar para visitar y menos para quedarse. Y de su mala elección no debe quedar reproche, sino enseñanza y una mano extendida sin reproches ni palabras soeces, sólo un ¡vamos a resolver, lo que a ambos nos sirva, equidad!
No es cobarde en nada el que se va,
porque va una casa física en otro país, sintiendo por igual cada día al suyo,
hasta que lo pueda materializar regresando. Malo es quedarse y no poder
producir sino lamento, ese sí sería un tiempo y espacio perdido.
VENEZUELA, SÍ SE PUEDE; PREPARARSE, NO
DUELE.