Las
más importantes opiniones en la actualidad, son al parecer las que en un
contexto de respeto por el país, sociedades y uno mismo, no deberían poseerlo. Lo
que ocurre es que el Mass Media y esa creciente necesidad de que te den una
noticia buena o de tu gusto y que uno
mismo no genera, nos hace víctimas de nosotros mismos, prestándole atención a
cualquier estúpido en su campo de acción evidente: la estupidez.
Todos
los días en Venezuela, hay una expresión estúpida y resentida de quien finge la
dirección del país (sí, finge). Cree ser gracioso y no lo es, cree ser sabio y
ni esa palabra conoce, cree saber lo que está haciendo y para nada lo sabe ni
se lo explican. Su cráneo es la propia olla de teflón, no se le pega nada. Un ser
sin estudio es un Presidente incompleto, diría Simón Bolívar sobre uno de sus célebres
pensamientos.
El
día que el chófer de bus no sale con sus palabras sosas, que enervan e instan a
muchos de sus seguidores a no pensar, so pecado de dejar de ser socialistas y
peor aún, de ser venezolanos, pues alguien de su séquito sale con alguna
expresión en lúgubre conato de chiste o de opinión política de altura. Entre
ellos el psiquiatra, el árabe, el cara de sueño, la cara de exorcismo, el
afrodescendiente que no quiere a su raza o la primera tía de los sobrinos
correctamente sentenciados.
Vaya
un lugar especial e inmerecido, por su baja, casi microscópica importancia al
del mazo, que al igual que el chivudo con ETS que se corta con cierta hojilla,
lanzan todas las manipulaciones, frases fuera de contexto, sonidos,
instigaciones, calumnias, sin pruebas o forjadas para dar gusto a un público
que no sabe ni por haber escuchado, lo que es la “comprobación”. A cualquiera
lo envuelven en un proceso penal por hacer caso ciegamente a lo que ven en esos
bodrios, pero es que quieren confiar en esas opiniones sin importancia para
sentirse seguros, guapos, apoyados, confiados que su actual modo de vida, con
tanta necesidad pero con regalos de vez en cuando que compensen su empleo o
desempleo, les hace felices y realizados.
Del
lado opositor, siempre hay alguno que sale con una infantilidad que no llega a
chiste y que cae mal. Cuando lo corrigen, se excusa. Para ello les doy un
consejo: si lo están escribiendo, léanlo, sí lo van a decir, díganselo ante un
espejo. Así podrán corregir tanta frase sin importancia que es la comidilla de
los rojos y de los opositores radicales.
Y
de éstos últimos nacen muchas de las opiniones sin importancia. Son los que
leen titulares pero no la nota; no escuchan el audio o la entrevista televisada
del todo y ya están opinando, condenando, juzgando y cortando cabezas para
sentirse superiores. Son los que no tienen ni un plan viable, sistemático,
diplomático y no violento, pero poseen un montón de opiniones sin importancia a
expresar y mucho tiempo para ir refutándole la vida al que trata de hacer algo.
Son el propio perro del Hortelano.
Están
los artistas que por lanzar un tuit o un video a la carrera, ni reflexionan, ni
consultan a uno o varios asesores, amigos, un “focal group” que les ayude y de
inmediato su comentario sin importancia se hace viral en su contra. Vale también
para deportistas, especialistas en estadísticas, propulsores sociales o
leyendas tradicionalistas.
Y
sí, éste blog no es famoso y yo menos, así que éstos son quizás comentarios sin
importancia que alguien quizás dijo o alguien debía decir. Seguramente no
trascenderán pero la libertad de expresión me lo permite. El uso de palabras
descriptivas me rebaja de nivel, el que descargue a los que buscan lo mismo que
yo mucho más, el que se las cante a los famosos me hace un resentido a la vista
de muchos.
Son comentarios sin importancia los que acaba de leer y sí pueden
desestimar el valor de los que yo dije, ¿por qué no desestimar los mensajes sin
importancia de gente que sí es mala y comenta para buscar una infame fama?, se
me ocurre que ignorándolos y enfocándonos en lo que nos une, en nuestra paz
mental y espiritual, diplomacia, búsqueda de soluciones viables en conjunto,
sería más lo que lograríamos.
“Un
anuncio o publicidad se acaba cuando la gente deja de prestarle atención.