Se suele decir que los
polos opuestos se atraen.
Es una máxima que muchos
pronuncian. Cuando nos referimos a las relaciones de amistad apostamos
por aquellos que consideramos iguales a nosotros, pero cuando hablamos
de relaciones amorosas, crece la disparidad de opiniones. Es más, la
mayoría de gente cree que preferimos mantener relaciones sentimentales con
personas muy diferentes. Esto nos lleva a plantearnos dos cuestiones: ¿escogen
los animales efectuando la misma distinción, esto es, discriminando si buscan
una potencial relación de compañerismo o bien una pareja para aparearse?
¿Se
atraen los polos opuestos?
Las respuestas nos
ilustran sobre cómo los humanos operamos en un plano cuasi instintivo cuando se
trata de esos juicios.
De entrada, debemos
apuntar que los animales realmente constituyen amistades entre ellos. Del mismo
modo que los seres humanos, algunas de estas relaciones amistosas pueden ser
volátiles o bien ser estables durante muchos años. Aunque es bien sabido que gozar
de amistades reporta ciertos beneficios, cuesta tiempo y esfuerzo mantener
estos vínculos.
Los humanos podemos tener
que hacer frente a una larga lista de situaciones incómodas las cuales sólo
hacemos gracias a este sentimiento de amistad: atender una llamada de tu
amigo a las dos de la mañana consolándolo por su ruptura sentimental. Los
chimpancés, por ejemplo, pueden pasar largos ratos despiojando las cabezas de
sus amigos.
Investigaciones
Independientemente de si
hablamos de seres humanos o de simios, ¿cómo decidimos con quién queremos ser
amigos?
¿Cuál podría ser la clave: la edad, el género, el estatus social,
la personalidad...?
Un reciente estudio que
investigaba acerca de los factores que predicen las relaciones de amistad entre
chimpancés descubrió que los individuos con personalidades similares
tenían una mayor tendencia a ser amigos. Massen, J. (2013) reportó que los
chimpancés extrovertidos se relacionaban con los extrovertidos, mientras que
los individuos más tímidos hacían lo propio con otros ejemplares tímidos. Los
primates papión negro más juguetones y sobones interactuaban entre ellos. Por
contra, los más reservados y distantes se relacionaban más entre sí, aunque
obviamente de un modo acorde a su personalidad.
Independientemente de si
hablamos de seres humanos, chimpancés, babuinos, resulta palmario que las
relaciones de amistad se deciden en base a la similitud.
Entonces, ¿qué ocurre con
las relaciones amorosas? ¿Nos atrae lo opuesto?
La respuesta es no.
La barnacla cariblanca (un
tipo de ave anseriforme) prefiere aparearse con ejemplares de talla similar.
Del mismo modo, el carbonero (un ave paresiforme) lo hace con individuos con
una personalidad parecida. Esta tendencia no sólo ocurre en las aves, sino en
los seres humanos también. A pesar de la creencia popular de que los opuestos
se atraen, los datos demuestran que las parejas casadas tienden a parecerse
sobremanera en una gran variedad de rasgos.
Hasta hace pocos años, los
investigadores no sabían con certeza si los rasgos compartidos sobrevenían
con el tiempo que se compartía en pareja, o bien eran rasgos similares desde
antes de que la pareja se conociera. Un estudio publicado recientemente por
Tognetti, Berticat, Raymond y Faurie (2014) ha abierto nuevas ventanas a esta
cuestión. Encontraron que los habitantes de una región rural de Senegal
escogían contraer matrimonio con alguien que fuera tan cooperativo y amistoso
con los demás como el propio individuo.
Quizá por esta razón en el
mundo animal resulta más interesante aparearse con otros individuos parecidos
en talla, personalidad u otros factores. Los polos opuestos pueden
atraerse, pero la tendencia indica que preferimos lo similar a nosotros mismos.
Platón escribió:
"Las similitudes engendran la amistad". ¿Olvidó mencionar si esta
máxima se aplica también a las relaciones amorosas o sexuales? Posiblemente no.
Probablemente esto explique por qué la amistad suele ser, en muchas ocasiones,
el mejor escenario cuando se trata de establecer relaciones románticas.
Autor: Bertrand Regader. Psicólogo educativo.
Director de Psicología y Mente.