Hace poco, hablaba con mis padres sobre cuánto pagaba de pasaje uno
de mis primos, trabajador de un centro de salud público. La cuenta daba 6
salarios mínimos. Yo, que trabajo en un centro privado, gasto 2 y ¼ de
salarios mínimos. Y llegamos a la conclusión de: Si todo (y más) se nos va en
pasaje, ¿Qué calidad de vida podemos tener?
No pasaron dos días cuando, para nuestra sorpresa, mi primo y su mamá
(mi tía) se fueron con otro par de tíos del país. Destino: Islandia. Allá está
otro de mis primos, quien a manera de visionario, vio allá una verdadera fuente de ingresos, laboriosidad,
intelectualidad y entretenimiento, para su desarrollo personal y el de los
suyos en todos los aspectos.
Y sí, todo esto lejos de la Venezuela actual.
Ha sido difícil explicarle eso a mi padre (pro psuv) e incluso, ha sido
difícil explicarme ello. Y no es la primera vez, ya que tengo familia en: Alemania,
Puerto Rico, Estados Unidos, España, Chile, Perú, Panamá, como también
amigos en España, Australia, Japón, Irlanda del Norte, Portugal,
Estados Unidos, México, Colombia, Argentina, Chile, Perú, Uruguay, Canadá y
Turquía (al menos los que recuerdo o sé).
Todos buscando la calidad de vida que acá se fue mermando al separarse
del mundo y no saber –al menos- construir el suyo propio. Las abejas, con lo
gregaria que son, saben hacer un reino socio productivo y aprovechar lo
externo, para salir, ya que en el mundo exterior, se pierden.
Pero los humanos, en especial mis coterráneos, no, no saben –sabemos-
producir, salvo quejas, reproches, lástima y paños de agua fría basados en el
mantra autocomplaciente: “Como vaya viniendo, la vamos viendo”.
Islandia (Aurora Boreal)
La calidad de vida, desde
cero
Mis tías son jubiladas, mis primos, ya pasan de los 30.
Deben reiniciar el sistema por así decirlo. Van con
todas las ganas de producir para bien vivir y eso, es loable. De
seguro podrán con relativa facilidad amoldarse a una sociedad pujante y
naciente (Islandia busca mano de obra profesional y de oficio para cubrir todas
sus necesidades y expandir sus horizontes).
El factor del clima, de los 21 a 35ºC básicos de Maracay a los
25ºC a -5ºC de Reikiavik, es incidente en contra, pero no limitante.
El lenguaje, el estilo de vida, los horarios y manera laboral, son otros.
Pero hay un factor que para mí, ha sido trascendental para
aquellos venezolanos que se han ido del país (y que mis familiares y amigos
bien han aplicado) y no es más que irse con un plan A, un plan B, un
plan C, el apoyo externo e interno, la humildad por delante y el orgullo bien
dosificado; por algo es que quienes así han hecho, se nos han mostrado como
los que menos se han devuelto a Venezuela y, si lo han hecho, ha sido para arrancar
otra vez.
Dicho factor coincidente es comprender que este cambio es muy
similar a cuando se sale del liceo o universidad y se entra por vez primera a
un trabajo: Debes comenzar de abajo, eres el nuevo, te toca recibir bromas de
novato (no Bullying, ojo con eso) y debes construir tu vida otra vez, similar o
mejor a la que estabas construyendo en Venezuela.
Esos que han salido sin aquello de “cualquier cosa que consiga
está bien”, han tenido mayor éxito. También quienes han sido estoicos en contra
de las barbajanadas de los nacionales del país a donde han ido, que son pocos,
pero inciden (como toda la gente mala en cualquier país del mundo pues, aquí se
ha visto aunque lo quieran disimular y hacerse los víctimas o motolitos).
Y también luchar con la nostalgia que es tan fuerte para un país
que es "familiar, amistoso, sabroso, fiestero y dicharachero"; los
reproches disfrazados de “pero vente, que Venezuela se arregló”,
cuando la gente confunde lo que ve en centros comerciales o tiendas
respaldadas por grandes grupos de poder, con mejoría, sin reparar en lo que
dijimos al principio de este artículo (como mínimo), que es lo caro del pasaje.
La comida que sube en bolívares por un dólar oficial que el Banco
Central de Venezuela no sabe, no puede o no quiere frenar y un dólar paralelo
soliviantado por los errores del nuevo regidor de la Casa de Nariño en
Colombia.
Se nota la caída de nuestra calidad de vida cuando cuesta recabar
para pagar una consulta médica u odontológica, un examen de laboratorio o
biopsia o una operación. Ni hablar de un servicio funerario, incluso los
amparados por las alcaldías.
Ha sido el permiso de porte y uso de dólares lo que ha creado una
semejanza a la calidad de vida que nos alejó de los nefastos años de la escasez
y los bachaqueros. Pero si no generas en dólares, sino un salario mínimo y/o
bonos, olvídalo, la estabilidad te es lejana.
Casarse o tener hijos, incluso tener novio/a es caro. Una salida al cine, un regalo, un lugar íntimo,
comer, no se puede hacer con frecuencia. Y siembra dudas de sí se puede seguir
(al menos los que van en nombre del amor) y terminan alejándose o se enfrascan
en irse del país a buscar calidad de vida para luego llevarse a la pareja e/o
hijos.
En fin, un ciclo sin final que afecta psicológicamente. Yo, por lo
menos, siento que cada vez me quedo más y más solo. Mi plan es quedarme aquí,
pero solamente saber de familia y amigos por WhatsApp no es muy cómodo.
Más toca seguir, no desmoronarse y que quienes se sientan
compungidos, afectados, indignados e incluso, se regodeen si a su gente les va
mal por fuera, que hagan un tripas corazón y un examen de conciencia y tomen
papel, lápiz y saquen esta cuenta: ¿Cuánto estoy ganando en bolívares y
cuánto gasto nada más en pasaje?
De allí podrían –digo yo- deducir y entender al fin a quienes se
van del país a buscar calidad de vida, aunque tengan que hacerlo de 0. Y
verán que de 0, pasan a 100 mucho antes que nosotros, los gregarios que no
supimos sacar provecho y ser aliados del mundo, siendo nuestro propio mundo.