El verla de cerca siempre será un llamado de reflexión y resurgir cual mitológica Ave Fénix. Me refiero a la muerte. Dos sucesos en las dos últimas semanas me han hecho reflexionar en demasía. El primero, ver a un hombre (por decirle así) pegarle a una mujer y niña en plena calle. Por instinto intervine, recibí un golpe y mi reacción fue abalanzarme encima de él y dominarle. La intervención de la policía fue pronta afortunadamente. La mujer (su concubina por cierto) y yo realizamos la denuncia y él fue puesto tras las rejas preventivamente por 72 horas.
Luego fui convocado a reforzar la denuncia ante la LOPNA para el día lunes o martes. Cuando asistí, su concubina había retirado la demanda y por no tener la niña golpes evidentes, el hombre fue liberado de toda acusación. Sólo se me consultó lo visto para que las trabajadoras sociales pudiesen soportar una investigación en el entorno. Fui amenazado por “sapo” varias veces por el hombre, so promesa de agredirme. Secuelas aceptables cuando se busca justicia.
El segundo caso ocurrió la semana pasada, a pocos pasos de un cajero automático donde intenté retirar un dinero, fui encañonado por dos sujetos con características goajiras, tanto en su complexión física y rasgos, como en su hablar. Este es un juicio a priori por similitud con personas de esos predios que conozco.
Los mismos me conminaron a darles el dinero pero al ver que sólo tenía un comprobante y no plata, optaron por dejarme en paz no sin antes decir ¡otra vez esto!, lo que es claramente un indicio de que ya han intentado ese asalto en esa u otra zona, con mala suerte para ellos. Y es aquí donde me digo ¿suerte para nosotros los asaltados?
Si lo puedo contar, es que Dios no dispuso ese como mi día. Reconozco que no intenté actos heroicos, porque sólo en las películas se ve a alguien desarmar a otra persona con un par de movimientos. También pensé en 2 niños que se acercaban y podía ser otras víctimas de armarse una trifulca.
Muy confiadamente los asaltantes se retiraron, acompañé a los chicos a lugar seguro y me acerqué a la misma comisaría donde realicé la denuncia del agresor hacia su familia. Me recordaron y vieron con cara de conflictivo o de “mala leche”.
Sí les soy sincero, no conté nada en casa para no preocuparlos, pero por alguien conocido ayer se enteraron y consultaron el por qué nada dije. Les recordé mi costumbre que no doy malas noticias de noche para no afectar el dormir y luego, quise dejarlo pasar porque no hubo mayor efecto. La verdad es que sólo mis padres llorarían mi muerte, ya que son lo único que tengo y sus lágrimas en vida, jamás las quisiera ver; sé de su cariño, pero no estoy para preocuparles.
Culmino este relato doble de la siguiente forma: la justicia cuesta, cuando nos vemos involucrados indirectamente en un problema, jamás debemos buscar librarnos con mentiras o negaciones, hay que enfrentarlo de la misma forma como cuando nos buscamos un problema adrede. Nuestra moral y conciencia deben pesar más que nuestra flojera o el decirnos “que los otros vean cómo resuelven”. Y si sales de una situación riesgosa, no busques más esa adrenalina, sólo aprende y vive aportando vida y conocimiento con lo que reflexionaste.
En este caso mi aporte es la tranquilidad, dominio de la mente sobre el cuerpo, estudio del entorno y jamás preguntarse el ¿por qué yo sí me porto bien? Cuando la verdad es que si te ocurren las cosas es para enseñarte a estar más por encima de ellas, solucionarlas y aportar esa sapiencia a otros. Creo que aquí lo hice.
Por si acaso, mucho ojo en la calle Páez de Maracay, entre Soublette y López Aveledo, que es donde me sucedieron ambos casos y donde ya he tenido la triste oportunidad de ver algunos desmanes. Esta dirección es en Maracay, Edo. Aragua.
P.D.: A través del Twitter @policia_aragua se me brindó correcta y diligente atención, recomiendo tenerla entre sus contactos, es un proyecto muy interesante y digno para la población.