Gordon Matthew Thomas Sumner, mejor conocido en el mundo de la música como Sting, siempre se ha caracterizado por ser un hombre abierto a toda clase de ideas, lo que se explicaría en parte por sus particulares experiencias paranormales, que comenzaron cuando él era muy pequeño.
“En el jardín de mi propia casa veía con cierta frecuencia a unos hombres ataviados con vestimentas muy extrañas. Tenían cascos, escudos, espadas y lanzas, pero yo, por mi corta edad, no sabía quienes eran. Posteriormente, ya en el colegio, cuando crecí, pude comprobar que esos extraños visitantes que veía eran soldados romanos, fantasmas quizás de los antiguos legionarios del Imperio apostados en Britania”.
El cantante inglés, quien se ganaba la vida como profesor de literatura antes de alcanzar la fama mundial al frente del grupo The Police, logró gracias a su popularidad como músico una posición económica bastante desahogada que le permitió darse ciertos lujos, como mudarse desde su estrecha vivienda en la localidad de Newcastle a una lujosa casa en Highgate, al norte de Londres. Allí, sin embargo, empezó a vivir otras experiencias inexplicables.
Según detalla Sting, al llegar al inmueble, objetos que habían sido dejados en lugares muy concretos desaparecían misteriosamente sin dejar rastro. Además, cuando se acostaba por la noche, comenzó a oír susurros que con el paso del tiempo dieron paso a palabras perfectamente audibles, y que incluso aún seguía escuchando cuando se levantaba a encender la luz.
El cantante prefirió no darle mayor importancia a esos hechos, atribuyéndolos al cansancio o el letargo del sueño. No obstante, cuando nació su hija los extraños fenómenos no sólo no desaparecieron sino que se intensificaron. “Una noche no escuché susurros, sino derechamente gritos pidiendo auxilio, que provenían de la habitación de mi hija.
Cuando llegué a su habitación pude ver que sus juguetes, que estaban colgados de los móviles que se ponen a los bebés, giraban a toda velocidad como si fueran accionados por un motor muy potente. Miré hacia la ventana para ver si había una corriente de aire, pero ésta estaba cerrada. Lo único que me quedaba por hacer fue tomar a mi hija en brazos y salir corriendo de allí”.
Contrariado por la recurrencia de estos fenómenos, Sting decidió recurrir a los servicios de parapsicólogos profesionales para que “limpiaran” su domicilio de presencias extrañas. Después de esta intervención, afortunadamente, todo volvió a la normalidad. Cesaron los murmullos y gritos, las cosas dejaron de desaparecer y los juguetes no volvieron a agitarse. Sting, en tanto, se abocó con más tranquilidad a lo que mejor sabía hacer: escribir canciones, algunas de las cuales fueron inspiradas por su bizarra experiencia.
“En el jardín de mi propia casa veía con cierta frecuencia a unos hombres ataviados con vestimentas muy extrañas. Tenían cascos, escudos, espadas y lanzas, pero yo, por mi corta edad, no sabía quienes eran. Posteriormente, ya en el colegio, cuando crecí, pude comprobar que esos extraños visitantes que veía eran soldados romanos, fantasmas quizás de los antiguos legionarios del Imperio apostados en Britania”.
El cantante inglés, quien se ganaba la vida como profesor de literatura antes de alcanzar la fama mundial al frente del grupo The Police, logró gracias a su popularidad como músico una posición económica bastante desahogada que le permitió darse ciertos lujos, como mudarse desde su estrecha vivienda en la localidad de Newcastle a una lujosa casa en Highgate, al norte de Londres. Allí, sin embargo, empezó a vivir otras experiencias inexplicables.
Según detalla Sting, al llegar al inmueble, objetos que habían sido dejados en lugares muy concretos desaparecían misteriosamente sin dejar rastro. Además, cuando se acostaba por la noche, comenzó a oír susurros que con el paso del tiempo dieron paso a palabras perfectamente audibles, y que incluso aún seguía escuchando cuando se levantaba a encender la luz.
El cantante prefirió no darle mayor importancia a esos hechos, atribuyéndolos al cansancio o el letargo del sueño. No obstante, cuando nació su hija los extraños fenómenos no sólo no desaparecieron sino que se intensificaron. “Una noche no escuché susurros, sino derechamente gritos pidiendo auxilio, que provenían de la habitación de mi hija.
Cuando llegué a su habitación pude ver que sus juguetes, que estaban colgados de los móviles que se ponen a los bebés, giraban a toda velocidad como si fueran accionados por un motor muy potente. Miré hacia la ventana para ver si había una corriente de aire, pero ésta estaba cerrada. Lo único que me quedaba por hacer fue tomar a mi hija en brazos y salir corriendo de allí”.
Contrariado por la recurrencia de estos fenómenos, Sting decidió recurrir a los servicios de parapsicólogos profesionales para que “limpiaran” su domicilio de presencias extrañas. Después de esta intervención, afortunadamente, todo volvió a la normalidad. Cesaron los murmullos y gritos, las cosas dejaron de desaparecer y los juguetes no volvieron a agitarse. Sting, en tanto, se abocó con más tranquilidad a lo que mejor sabía hacer: escribir canciones, algunas de las cuales fueron inspiradas por su bizarra experiencia.