Hoy hice algo de lo que me toca arrepentirme y me quedará de lección para siempre.
Hice un encargo de un queso crineja de Barquisimeto a un amigo. Lo tenía guardado en la nevera de la oficina. Una compañera de trabajo lo vio y, como siempre hay allí cosas de uso común, pensó que el queso era de esos casos.
Cuando comentó que iba a picar el queso, cuál resorte salté y dije "ese queso es mío". Ella por la reacción del momento sólo optó por regresarlo a su lugar. Ni mi posterior petitorio de que tomara del queso pudo redimir mi muy inapropiada reacción. Y es lo justo, el deber de un caballero es controlar sus ímpetus.
Aduzco todo esto a aquello de la reacción de defensa sin control que tenemos cuando "algo o alguien nos gusta". En este caso, el queso que es de mis favoritos y tan difícil de conseguir de esa calidad acá en Maracay.
Ahora pensándolo en frío, esa reacción es propia de la identidad, del amor familiar, de la empatía, a veces de la avaricia o la envidia y mucho peor aún, de los celos que llegan a enfermar.
Cuidar o engolosinarnos con lo que nos gusta, pensando en nosotros mismos nos hace olvidar al entorno y eso está definitivamente mal. Luego quedan fraccionados el trato y la amistad entre las personas por esas nimiedades que llegamos a agrandar por olvidar que no estamos solos, por aplicar esa estupidez del "yo primero, yo segundo, yo tercero" y así, sucesivamente.
Han pasado horas y no he tocado ese queso de la discordia porque el sabor no es el mismo cuando la conciencia te pasa factura de tal falla.
Pero llegará el momento de probarlo acompañado no de otros alimentos, sino del deber de recordar que el individualismo y los celos van socavando el paso por la vida.
Desde aquí y a mi manera y como soy, te presento mis disculpas por ello amiga mía. Prometo luchar porque algo similar no ocurra, más no cometeré la atrocidad de decir que no fallaré más. Lo haré sin malicia, pero la falla viene con el ser humano.
A los caballeros nos flagela equivocarnos con una dama, por ello, trabajamos en hacerlo menos que menos.
Con tu visita e inscripción a TinyDeal, ayudas a proseguir con este blog. Palabra de caballero que es bueno, aprendí mi lección y no diré nada que os perjudique, por ello esta recomendación
Hice un encargo de un queso crineja de Barquisimeto a un amigo. Lo tenía guardado en la nevera de la oficina. Una compañera de trabajo lo vio y, como siempre hay allí cosas de uso común, pensó que el queso era de esos casos.
Cuando comentó que iba a picar el queso, cuál resorte salté y dije "ese queso es mío". Ella por la reacción del momento sólo optó por regresarlo a su lugar. Ni mi posterior petitorio de que tomara del queso pudo redimir mi muy inapropiada reacción. Y es lo justo, el deber de un caballero es controlar sus ímpetus.
Aduzco todo esto a aquello de la reacción de defensa sin control que tenemos cuando "algo o alguien nos gusta". En este caso, el queso que es de mis favoritos y tan difícil de conseguir de esa calidad acá en Maracay.
Ahora pensándolo en frío, esa reacción es propia de la identidad, del amor familiar, de la empatía, a veces de la avaricia o la envidia y mucho peor aún, de los celos que llegan a enfermar.
Cuidar o engolosinarnos con lo que nos gusta, pensando en nosotros mismos nos hace olvidar al entorno y eso está definitivamente mal. Luego quedan fraccionados el trato y la amistad entre las personas por esas nimiedades que llegamos a agrandar por olvidar que no estamos solos, por aplicar esa estupidez del "yo primero, yo segundo, yo tercero" y así, sucesivamente.
Han pasado horas y no he tocado ese queso de la discordia porque el sabor no es el mismo cuando la conciencia te pasa factura de tal falla.
Pero llegará el momento de probarlo acompañado no de otros alimentos, sino del deber de recordar que el individualismo y los celos van socavando el paso por la vida.
Desde aquí y a mi manera y como soy, te presento mis disculpas por ello amiga mía. Prometo luchar porque algo similar no ocurra, más no cometeré la atrocidad de decir que no fallaré más. Lo haré sin malicia, pero la falla viene con el ser humano.
A los caballeros nos flagela equivocarnos con una dama, por ello, trabajamos en hacerlo menos que menos.
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