Dedicado a mis vecinos del Sector 10 de Caña de Azúcar a quienes de usual no trato por esta y muchas otras razones...
Al tener posibilidad de hacer una fiesta, reunión, rumba, marcha, parrando, posada, conga, pachanga o como le digan en tu tierra, pues es un acto respetable ya que es la mayor unión social que existe en base a un tema (cumpleaños, graduación, matrimonio, ascenso, etc.)
Si la harás en tu casa en zona urbana, estás en la encrucijada de invitar a quienes tratas que se ligarán con otros invitados foráneos. Lógico. Lo que no es lógico es que sea una muestra de falso poder y dominio sobre los vecinos que no tratas por X causa (no coinciden, no son asiduos, o demás).
El abuso comienza cuando violas las leyes naturales de la convivencia con: Música a full volumen, obstrucción del paso en aceras y calles, descontrol de la actitud de tus invitados (eres responsable lo quieras o no, por convocatoria), la seguridad de los mismos y el uso de los demás espacios comunes y servicios, como la electricidad comunal.
El punto del volumen es el que puede convertir a un vecino bueno, en malo y odiado. Según los horarios establecidos por algunas alcaldías, las fiestas con música de domingo a jueves deben tener un volumen mínimo luego de las 12am. Y de viernes a domingo hasta la 1:30am.
Anoche, como la mayoría de los fines de semana en mi sector, mis vecinos violaron esa regla con el volumen alto; sin contar el que menores de edad se encontraban en plena fiesta en el sereno de la noche por las veredas. Karaoke, comparsa, pirotecnia (creo) y los gritos por la adrenalina, excitación, bebidas, etc. Rugir de motos acompañaban esta odisea.
¿Y qué hacen otros vecinos? Callan, alcahuetean, comparten y te atacan por igual si te quejas ya que dicen "pero las fiestas no son todo el tiempo, no hay problema en eso, malo es que nuestros chamos no tengan donde rumbear y amanecer acá que es medio sano todavía". También colocan música a full volumen que se confunde con la otra, un acto que no sé definir psicológicamente.
¿Medio sano y los ladrones de otros sectores los han atracado varias veces porque saben que siempre hay rumba y por dónde escabullirse? Esa sanidad está en su mente ilusa y para nada preventiva.
Acá es donde el vecino bueno, el que no está invitado a la fiesta, pasa a ser el malo. Llamando al 171 de la policía para demandar que se hagan cumplir las normas cívicas básicas y si es necesario, imponer las multas correspondientes que se transformen en lección. Pero el 171 es una lotería para que te atienda, te pide identificarte, varias llamadas de otras personas y que los patrulleros les dé la gana de asistir.
Ningún policía apareció. La fiesta siguió. Más ya uno pasó a ser el malo porque pidió justicia aunque ésta no llegó. Atacaste al status quo vecinal. Eres un mal vecino.
Amaneció y los que no pudimos dormir, estamos mal física y mentalmente porque el trasnocho en tu cama, entre el querer dormir y no poder, merma energías. Y eso a ellos jamás les interesará y si se los comentas, no sólo serás el mal vecino que describí antes, sino un enemigo jurado de la forma de vida de tus vecinos que te la harán una y otra vez, no importando quien puedas ser en tu comunidad.
Y en la tarde, cuando intentamos tomar la siesta, de nuevo regresa la música (mala, como la que colocan quienes usan las cornetas a full volumen para gritar y esconder que no bailan ni son reales melómanos), ritmos que acompañan el hervido saca ratón.
Ahora queda ligar que ningún otro vecino quiera hacer lo mismo porque mañana no labora. Esa cadena es la que nos asfixia como sociedad con valores, moral y amor por el prójimo.
De allí salen los malos vecinos como yo, que llamé 3 veces a la policía que jamás vino y sí anotó mi nombre como constancia de que soy -en esta realidad monstruosa actual-, el enemigo de mi comunidad.
Argenis Serrano
Al tener posibilidad de hacer una fiesta, reunión, rumba, marcha, parrando, posada, conga, pachanga o como le digan en tu tierra, pues es un acto respetable ya que es la mayor unión social que existe en base a un tema (cumpleaños, graduación, matrimonio, ascenso, etc.)
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Si la harás en tu casa en zona urbana, estás en la encrucijada de invitar a quienes tratas que se ligarán con otros invitados foráneos. Lógico. Lo que no es lógico es que sea una muestra de falso poder y dominio sobre los vecinos que no tratas por X causa (no coinciden, no son asiduos, o demás).
El abuso comienza cuando violas las leyes naturales de la convivencia con: Música a full volumen, obstrucción del paso en aceras y calles, descontrol de la actitud de tus invitados (eres responsable lo quieras o no, por convocatoria), la seguridad de los mismos y el uso de los demás espacios comunes y servicios, como la electricidad comunal.
El punto del volumen es el que puede convertir a un vecino bueno, en malo y odiado. Según los horarios establecidos por algunas alcaldías, las fiestas con música de domingo a jueves deben tener un volumen mínimo luego de las 12am. Y de viernes a domingo hasta la 1:30am.
Anoche, como la mayoría de los fines de semana en mi sector, mis vecinos violaron esa regla con el volumen alto; sin contar el que menores de edad se encontraban en plena fiesta en el sereno de la noche por las veredas. Karaoke, comparsa, pirotecnia (creo) y los gritos por la adrenalina, excitación, bebidas, etc. Rugir de motos acompañaban esta odisea.
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¿Y qué hacen otros vecinos? Callan, alcahuetean, comparten y te atacan por igual si te quejas ya que dicen "pero las fiestas no son todo el tiempo, no hay problema en eso, malo es que nuestros chamos no tengan donde rumbear y amanecer acá que es medio sano todavía". También colocan música a full volumen que se confunde con la otra, un acto que no sé definir psicológicamente.
¿Medio sano y los ladrones de otros sectores los han atracado varias veces porque saben que siempre hay rumba y por dónde escabullirse? Esa sanidad está en su mente ilusa y para nada preventiva.
Acá es donde el vecino bueno, el que no está invitado a la fiesta, pasa a ser el malo. Llamando al 171 de la policía para demandar que se hagan cumplir las normas cívicas básicas y si es necesario, imponer las multas correspondientes que se transformen en lección. Pero el 171 es una lotería para que te atienda, te pide identificarte, varias llamadas de otras personas y que los patrulleros les dé la gana de asistir.
Ningún policía apareció. La fiesta siguió. Más ya uno pasó a ser el malo porque pidió justicia aunque ésta no llegó. Atacaste al status quo vecinal. Eres un mal vecino.
Amaneció y los que no pudimos dormir, estamos mal física y mentalmente porque el trasnocho en tu cama, entre el querer dormir y no poder, merma energías. Y eso a ellos jamás les interesará y si se los comentas, no sólo serás el mal vecino que describí antes, sino un enemigo jurado de la forma de vida de tus vecinos que te la harán una y otra vez, no importando quien puedas ser en tu comunidad.
Y en la tarde, cuando intentamos tomar la siesta, de nuevo regresa la música (mala, como la que colocan quienes usan las cornetas a full volumen para gritar y esconder que no bailan ni son reales melómanos), ritmos que acompañan el hervido saca ratón.
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Ahora queda ligar que ningún otro vecino quiera hacer lo mismo porque mañana no labora. Esa cadena es la que nos asfixia como sociedad con valores, moral y amor por el prójimo.
De allí salen los malos vecinos como yo, que llamé 3 veces a la policía que jamás vino y sí anotó mi nombre como constancia de que soy -en esta realidad monstruosa actual-, el enemigo de mi comunidad.
Argenis Serrano