Ver Televisión en Familia

En mi niñez, adolescencia y aún en mi ya consolidada adultez, mi madre me ha acompañado a ver televisión. De niño me explicaba lo que era la ficción, la verdad, lo que podría ser posible y cómo. De adolescente veía que no me descarrilara con la programación y la "etapa de descubrimiento" poir la cual pasamos todos; y de adulto, me acompaña para calmarme cuando algo me enerva o para que le explique los términos "geeks", entre otros.

Mi padre era más directo, "no creas eso que se ve en las caricaturas, de llegar a La Luna en minutos, eso toma días". Creo que eso me entusiasmó a descubrir cuánto duraba y por qué tardaba así.

En fin, el ver la TV no era un acto de censura, aunque no me dejasen ver algunas cosas o por inapropiadas para mi edad o para que no se me alborotaran las hormonas. Ver la televisión era un aprendizaje, un acto compartido, una discusión sana porque cada uno exponía sus opiniones, un acto sentimental.

Quizá por ello lloraba (y todavía) cuando El Chavo era acusado de ratero o en alguna película se palpa el metamensaje de amor y entendimiento. No es que soy una máquina de llorar o de sentimentalismo, pero eso me ha creado empatía, sensibilidad, conciencia cívica y ha fomentado mi creatividad para no hacerla dañina o ruda, aunque sea verdad y tenga algo de iroía y jerga no muy común; cosas de la personalidad.

La televisión de ahora
La TV venezolana se ha convertido en sosa, temerosa, vergonzosa y más que show, una forma inadecuada de planteamiento de horarios; o al menos en comparación con los soñados años de los ochenta y los buenos noventa. Ésto es refiriéndonos a la televisión privada.

La televisión estatal, sea con el disfraz de estilo que le coloquen, cae en el mismo lodazal de la alabanza unilateral, el ataque indiscriminado y sin derecho a la defensa ni respeto moral o humanista a quienes no comulgan con ellos; una oda a la grosería y a la obscenidad, una tensión mental que arrastra a quienes le siguen para ser voceros de un mensaje que no es el suyo (propio de la manipulación de la opinión pública), las estrategias gobblelianas y el uso de la semiótica para atacar a los sentidos. Toda una verdadera maraña de abusos.

Colegas periodistas, amigos camarógrafos, trabajadores de máster, productores, han salido a los divanes de psicólogos y psiquiatras con el alma envenenada por las energías negativas que jefes, compañeros, invitados, agentes de seguridad externos e internos y población adepta profesa sin desparpajos. Sí eso lo sienten ellos allí, el mensaje es tan fuerte que trasciende a las ondas televisivas y es obvio que ha calado en miles de hogares, que creen en ese mundo mágico de fantasía y no creen en las contrapartes, ni siquiera consultan o reflexionan lo dicho, lo aceptan y repiten sin cesar.

Eso, ¿no afecta a los niños y adolescentes como por igual a los adultos?, obvio que sí, aunque no lo sepan.

Sentarse a explicar
Por ello y más, padres, madres, representantes, siéntense con los niños a ver lo que ellos ven o escuchan. Hagan reflexiones sobre lo mismo, así sea el por qué el Pato Donald no usa pantalones o por qué hay un programa de una jueza dirimiendo problemas personales a las seis de la tarde o por qué se pone tantas veces la cara del "Presidente", como queriendo asegurar que es él quien manda.

No se excusen con lo del trabajo u otras responsabilidades. Familia que se comunica se conoce y se es más útil entre sí y se prepara para el mundo exterior.

No dejen que la televisión sea la niñera, así como tampoco los videojuegos o estar tanto en la calle o en actividades extracurriculares. El tiempo con ustedes es el más valioso e irrepetible. A ese ha que darle preponderancia, el corazón y la vida así lo ameritan.

Y sí tienen TV po Cable, igual aplica, así como con las películas compradas; la capacidad de análisis hasta en lo más trivial ayuda a relajar, despejar y preparar a la mente para las obligaciones estudiantiles, laborales y de convivencia. Hasta lo más pequeño es bueno para crear grandes cosas.

Bogo por la familia unida y alejada de los mensajes malignos, disfrazados de oveja o directos en señal de petulancia y las ansias de poder dominar al hombre, por el hombre.

P.D.: Sí pagan TV por Cable, ¿por qué ven tanto canales nacionales?, ¿no es como que un desperdicio?; aunque sí hay programas buenos, sólo hay que intercalar, no encadenarse.

Lcdo. Argenis Serrano - @Periodistech

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