Comentario de Periodistech: El Presidente (E) de Venezuela, ingeniero Juan Guaidó, publicó en The New York Times un artículo donde explica y desmonta varias matrices en contra de lo que sucede en Venezuela.
A resaltar es que TNYT es netamente anti-Trump y en esta redacción sencilla y sincera, da a entender al diario y sus lectores que hay falsedades en el supuesto intervencionismo de Trump o lo que algunos representantes del Partido Demócrata han querido imponer, que nicolás maduro es legítimo, algo netamente alejado de la verdad. Lean y comenten entre sus allegados.
Juan Guaidó: Compatriotas
fieles, la fuerza es la unión
El 23 de enero, tras 61
años del derrocamiento de la viciosa dictadura de Marcos Pérez Jiménez, los
venezolanos volvimos a tener un día de fiesta democrática.
Pérez Jiménez había sido
electo de manera fraudulenta por una Asamblea Constituyente en 1953. Su
presidencia tenía que concluir en 1958, pero a fines de 1957, en vez de
convocar elecciones libres y transparentes, hizo un plebiscito sobre su
gobierno y resultó electo en un proceso amañado. Después de una serie de
protestas y la fractura del estamento militar, los venezolanos recuperaron la
democracia el 23 de enero de 1958.
Hoy los venezolanos nos
vemos una vez más ante el desafío de restaurar la democracia y reconstruir el
país, pero en el contexto de una emergencia humanitaria: hay una
dramática escasez de alimentos y medicinas, los servicios básicos
colapsaron, un número cada vez mayor de menores sufren desnutrición
infantil y enfermedades que estaban erradicadas han regresado.
Tenemos una de las tasas
de homicidios más altas del mundo, que se ve agravada por la persecución
política y la represión contra quienes se oponen al régimen de Nicolás Maduro.
Esta tragedia ha originado el éxodo más grande de nuestro hemisferio con tres
millones de compatriotas en el exilio.
Quiero dejar claro lo que
sucede en Venezuela: las elecciones del 20 de mayo de 2018 fueron ilegítimas,
como ha reconocido la comunidad internacional. Por eso, desde el 10 de enero,
cuando finalizó el periodo presidencial 2013-2019, Nicolás Maduro está
usurpando la presidencia de la república.
Mi designación como
presidente interino se basa en el artículo 233 de la Constitución, que dice que
si para el inicio de un nuevo periodo presidencial no hay un mandatario electo,
el presidente de la Asamblea Nacional se encargará del poder hasta llevar a
cabo elecciones libres y transparentes. Por estas razones, mi juramentación del
23 de enero de 2019 no puede calificarse como una “autoproclamación”. No asumí
la presidencia encargada ese día por decisión propia, sino en apego a la
Constitución.
Tenía 15 años cuando Hugo
Chávez llegó al poder en 1998. Entonces vivía en el estado costero de Vargas.
En 1999, unas lluvias torrenciales generaron un deslave descomunal que dejó
miles de muertes en el estado. Perdí a varios amigos y mi escuela quedó
sepultada bajo el lodo.
Desde entonces quedó
grabado en mi espíritu el significado de la palabra resiliencia. Mis dos
abuelos sirvieron en las fuerzas armadas nacionales e inculcaron en sus hijos
el valor del trabajo duro, gracias al cual mi familia y yo salimos adelante.
Entendí que si quería un futuro mejor para mi país debía subirme las mangas y
dedicar mi vida al servicio público.
Cuando se hizo evidente
que con Chávez el país iba rumbo al autoritarismo, me uní al movimiento
estudiantil que ayudó a propinar la primera gran derrota política al presidente
Chávez en el referéndum por la reelección indefinida de 2007. Más adelante me
involucré en la política local y en 2015 fui elegido diputado en la Asamblea
Nacional por Vargas.
Hoy, la misma generación
de hermanos y hermanas de mis días en el movimiento estudiantil está a mi lado,
junto a los venezolanos de todo el espectro político que se unen en un esfuerzo
por restablecer la democracia. Nos corresponde a nosotros recuperar la
normalidad y construir el país próspero y desarrollado de nuestros sueños.
Pero para lograrlo primero
debemos recuperar la libertad.
La lucha por la libertad
forma parte de nuestro ADN desde la gesta de independencia de América hace
doscientos años. En este siglo, los venezolanos nos hemos batido en el asfalto
para recuperarla, porque sabemos que lo que se debate no es solo la
sobrevivencia de la democracia sino nuestro destino como nación.
Hemos aprendido que el
régimen de Maduro opera con un patrón. Cuando la presión popular arrecia,
desata la represión y la persecución. Lo sé porque llevo en mi cuerpo los
proyectiles que las fuerzas armadas dispararon contra los manifestantes
pacíficos en las protestas de 2017. La mía es solo una pequeña herida frente a
los sacrificios de mis compatriotas.
Durante el régimen de
Maduro, más de 240 venezolanos han sido asesinados en manifestaciones y hay 600
presos políticos, incluyendo al fundador de mi partido y hermano de
lucha, Leopoldo López, quien lleva cinco años preso. Cuando la represión
no logra resultados, los operadores de Maduro proponen un falso diálogo. Pero
ya somos inmunes a la manipulación. Han agotado todos sus trucos. Hoy solo les
queda la usurpación.
Dado que el régimen de
Maduro no puede retener legítimamente el poder, nuestra estrategia consiste en
tres frentes de acción: el institucional, para reforzar el rol de la Asamblea
Nacional como último bastión de la democracia; el internacional, para afianzar
el apoyo de la comunidad internacional —especialmente el Grupo de Lima, la
Organización de los Estados Americanos, Estados Unidos y la Unión Europea— y el
popular, cuyo principio es la autodeterminación de nuestro pueblo.
Más de cincuenta países me
han reconocido como presidente encargado o han reconocido a la Asamblea
Nacional como la única autoridad legítima en Venezuela. He pedido al secretario
general de la ONU, António Guterres, y a distintas agencias humanitarias apoyo
para paliar la crisis humanitaria. He iniciado la designación de embajadores y
la identificación y rescate de bienes de la nación en el extranjero.
Entre los venezolanos hay
un amplio consenso a favor del cambio: 84 por ciento rechaza a Maduro. Por ello
hemos organizado a lo largo y ancho del territorio nacional cabildos
democráticos, donde la población debate libremente sobre nuestro presente y
futuro.
Entre los miembros de la
oposición hemos logrado concertar posiciones estratégicas en una hoja de ruta
democrática de tres puntos: cese de la usurpación, gobierno de transición y
elecciones libres.
La transición necesitará
el respaldo de sectores clave de las fuerzas armadas. Nos hemos reunido con
militares y funcionarios de seguridad a través de canales clandestinos y hemos
ofrecido una amnistía para aquellos que no hayan cometido crímenes de lesa
humanidad. El retiro del apoyo militar a Maduro es decisivo para el cambio de
gobierno y la mayoría de los efectivos militares y de las fuerzas de seguridad
sabe que las actuales penurias son insostenibles.
Nicolás Maduro ya perdió
su base de apoyo popular. La semana pasada los habitantes de los barrios más
pobres de Caracas salieron a protestar como no había sucedido en el pasado. Ese
mismo pueblo tomó masivamente las calles el 23 de enero a sabiendas de que
podía ser brutalmente reprimido, y sigue asistiendo a los cabildos.
A Maduro le queda poco
tiempo usurpando la presidencia, pero para lograr su salida con el menor
derramamiento de sangre, todos los venezolanos debemos permanecer unidos y
presionar para el quiebre final del régimen. Para ello, necesitamos del apoyo
de los gobiernos, instituciones y personas en el mundo que creen en la
democracia y la libertad. Debemos encontrar soluciones efectivas a la grave
crisis humanitaria que padecemos, así como seguir construyendo un camino hacia
el entendimiento y la reconciliación.
En la unión está la fuerza
y la salvación de toda Venezuela.
Fuente: TNYT