Amigos todos:
Creo prudente y necesario
expresar mi posición frente a los sucesos que están ocurriendo en Venezuela y
que han llevado al insostenible establecimiento de dos jurisdicciones en una
sola nación con dos presidentes, uno Juan Guaidó y el otro, Nicolás Maduro.
Debemos separar la
discusión sobre la legalidad de lo actuado por Juan Guaidó, en su calidad de
Presidente del Órgano Legislativo, de la interpretación sobre la reacción de
los Estados Unidos, calificada por algunos como una intromisión en los asuntos
internos de Venezuela. Y quiero aclarar que con estos comentarios procuro
brindar una perspectiva objetiva, en el intento de dar mayor claridad a una
discusión que está siendo manipulada, con inconfesables propósitos, por grupos
que alegan querer lo mejor para Venezuela y su pueblo.
1. El Sr. Nicolás Maduro,
electo para un segundo término bajo circunstancias sociales y administrativas
peores que las encontradas en la anterior elección (que ganó por un supuesto
margen de 1.49%), ha afirmado que el pueblo venezolano ya votó por él. Con
igual vehemencia podemos afirmar que el país escogió, también en elecciones
públicas, una Asamblea cuya composición resultó mayoritariamente a favor de sus
opositores políticos. Perfecto balance de poderes, según los cánones de la
democracia, como la conocemos. Entonces, si ambas elecciones fueron producto de
una votación popular, no se puede esgrimir un argumento de apoyo a Maduro
afirmando que Guaidó no posee la capacidad legal para ejercer su cargo.
2. No voy a discutir el
resultado de la muy reciente elección que llevó a Maduro al poder, realizada en
un ambiente de duda y controversia, de irregularidad constitucional, aunque
todos se apoyan supuestamente en lo que dice una Constitución interpretada por
cada cual a su manera. Discutir esto resulta hoy una tarea inútil. De hecho,
Maduro ha gobernado desde el 2013 de manera irregular, en medio de disturbios y
condiciones sociales muy graves.
3. El asunto es que en
Julio del 2017 el gobierno de Nicolás Maduro, con la Asamblea Nacional en poder
de la oposición a él, decidió conformar una Asamblea Constituyente, simplemente
porque no le convenía el legislativo que el pueblo venezolano había elegido.
Cualquier persona medianamente inteligente puede entender que con eso se burló
el voto popular de los venezolanos, se destruyó la institucionalidad y
se
creó el fundamento para un presidente poder actuar de manera dictatorial,
siempre de acuerdo con la Constitución, según él. Y no se preocupe por
preguntar a los otros órganos de decisión del estado sobre si el fundamento
sobre la constitucionalidad del acto existe o no; todos están encabezados por
individuos afectos a Maduro, producto de una reestructuración que él mismo
hizo, colocando a las mismas figuras que antes le habían servido en otros
puestos vitales, para ayudarlo a sostenerse en el poder. La Asamblea
Constituyente creada por él, con el apoyo interpretativo de una Corte Suprema
que vergonzosamente ha seguido su juego, es a todas luces un organismo espurio,
pues no fue producido por la voluntad del pueblo venezolano sino por la
voluntad de Nicolás Maduro, con el apoyo de sus secuaces.
4. Aún así, Maduro no ha
podido desconocer a Juan Guaidó como Presidente de la Asamblea Nacional de
Venezuela pues fue electo bajo el mismo tipo de proceso electoral, voto popular
directo, que se utilizó antes para elevar a Maduro a la presidencia. Guaidó,
por su lado, declaró que Nicolás Maduro, al establecer una Asamblea
Constituyente a su servicio, ignora y pretende cancelar a un órgano de Estado
electo democráticamente, en una clara violación de la Constitución que
establece que el Órgano Legislativo será solo electo por el voto popular
directo.
5. Ese acto ilegal de
Nicolás Maduro hace que él, como presidente, pierda cualquier legitimidad que
pretenda invocar por haber sido elegido bajo el mismo tipo de proceso, voto
popular directo, que eligió a la Asamblea Nacional que ahora preside Juan
Guaidó.
6. Juan Guaidó, por su
parte, asumió interinamente la dirección del Órgano Ejecutivo, un acto
constitucional según él, y ha sido reconocido en esa posición por un número
considerable de países europeos y americanos.
7. Es absurdo que Maduro
se declare como electo por el voto popular directo de venezolanos y a la vez
pretenda descalificar a una Asamblea, electa de igual forma, porque el
resultado le fue adverso. Esas no son acciones de un presidente electo; eso lo
hace un dictador, alguien que no respeta el proceso democrático. Aclarado esto,
tal parece que a Venezuela no le quedaba otro recurso para recobrar la
institucionalidad que el iniciado por Juan Guaidó con la intención de ofrecer
al país la opción de otra dirección que permita restaurar el principio de la
democracia y así rescatar a la nación del desastre a la que la han llevado la
obstinación, la mediocridad y la codicia de unos sinvergüenzas disfrazados de
socialistas, comandados por Nicolás Maduro.
8. Visto desde esta
perspectiva, la estrategia de Guaidó representa la última posibilidad legal y
no violenta que le queda al país. Creo que su decisión responde a la búsqueda
de una solución legal frente a las acciones de Maduro, quien desconoció el
resultado de la voluntad nacional expresado en las urnas y creó una asamblea
constituyente controlada por su voluntad y la de los que políticamente lo
apoyan.
El sistema democrático
permitió la elección de Guaidó y eso le brinda legitimidad a su actuar. La
"medio legitimidad" no existe en Derecho. O se gobierna dentro de la
legalidad, o fuera de ella. En la dirección política de la Venezuela de hoy,
todo luce “medio legal” porque se ajusta exclusivamente a la voluntad absoluta
de Maduro, con el apoyo de una estructura judicial que al hacerlo se desnaturaliza
a sí misma y cancela cualquier pretensión de legitimidad. El absolutismo no es
democrático. Maduro hoy actúa como un dictador y no como presidente.
No voy a responder a las
sandeces de los extremistas de siempre, que de lado y lado pretenden descalificarme
con el vacío argumento de “se vendió", simplemente porque no comparto la
estupidez y/o la maldad de sus argumentos. Toda mi vida he expresado mi
posición de no apoyar intervenciones en los asuntos internos de otro país. Por
años he expresado abiertamente mis críticas a los Estados Unidos, por sus actos
fariseos y sus contradicciones, y por el daño que ha causado a terceros
históricamente, amparado en la supuesta búsqueda de la satisfacción de miopes
intereses nacionales. Su actual presidente es el mejor exponente posible de lo
peor que esa gran nación tiene para ofrecer al mundo e, igual que muchos, lo
considero la mediocridad más grande y peligrosa que jamás haya sido vista en la
historia de la política norteamericana, por no decir mundial. Nadie puede
acusarme de ser un partidario de Donald Trump y sus estupideces. No estoy de
acuerdo, no apoyo, no aplaudiré ni justificaré una invasión de Trump a
Venezuela. Mi Panamá ya experimentó la horrible experiencia de una invasión,
acto que dejo profundas heridas en la Nación, que aún no cicatrizan.
El problema de Venezuela
debe ser resuelto por venezolanos, no por "marines", ni
"cosacos", ni cubanos.
Hasta el momento, por las
circunstancias creadas en Venezuela durante los últimos años, Estados Unidos y
las democracias Europeas han condenado a Maduro por desconocer el resultado de
la voluntad popular que eligió a la original Asamblea Nacional de Venezuela y
en su lugar han reconocido a Juan Guaidó como el verdadero representante legal
del país, en su calidad de Presidente del Órgano Legislativo venezolano, órgano
electo por el voto popular directo de los ciudadanos y cuyo resultado fue
unilateralmente anulado por Nicolás Maduro. Que él pretenda desconocer que su
proceder es "contra legem" lo ilegitima a él y lo transforma en un
vulgar dictador.
Un análisis objetivo
indica que el pueblo venezolano en el 2015 decidió crear un balance más
equilibrado de los poderes en Venezuela al entregarle a la oposición, por voto
popular directo, el poder legislativo. Maduro, como presidente, encontró con
esto un rechazo a su pretensión de completo dominio administrativo y por eso,
en el 2017 invocando el artículo 347 de la Constitución convoca a una
"constituyente ciudadana", la manipula a su antojo y el resultado se
utiliza para desconocer a la Asamblea Nacional electa directamente por la
voluntad popular en el 2015 reemplazándola con una Asamblea paralela plegada a
su voluntad.
Le corresponde ahora a las
Fuerzas Armadas de Venezuela determinar si van a continuar hipotecando el honor
de sus uniformes al continuar apadrinando a un presidente que burla las
decisiones del pueblo, a pesar de que ese apoyo puede significar un desenlace
aún peor para Venezuela. No es difícil intuir que a Maduro le está llegando el
final de su desgraciada jornada. Nicolás Maduro tiene más pasado que futuro, su
mandato es insostenible. Está comprobado, como el empeoramiento de la situación
indica, que no es él quien podrá crear el tipo de terreno común necesario para
evitar el desastre de una guerra civil, o el colapso total. Eso no le conviene
a nadie. Maduro no suma, él resta y eso hasta Cabello lo sabe.
En este momento se
entiende perfectamente que es el ejército, la marina, la fuerza aérea, quienes
mantienen a Maduro en el poder. ¿A cambio de qué? Del inútil sufrimiento de
todo el país, incluyendo el de sus propias familias. ¿Quién puede durar,
sentado sobre bayonetas? Tarde o temprano se impondrá la verdad. Tarde o
temprano los responsables tendrán que dar explicaciones acerca del desmadre en el
que han convertido a un país lleno de gente buena y de recursos
extraordinarios. A la clase militar le pido que por favor, apoye a su pueblo,
no a la dictadura. No agredan, no lastimen más a gente inocente. Ayuden a
estabilizar a la república, garanticen la posibilidad de un nuevo proceso
electoral, sin las trampas que han llevado dos veces al poder a una persona que
no reúne las condiciones, que carece de la capacidad, la comprensión y el
respeto nacional necesarios para cumplir con la tarea de un cargo tan delicado,
en un momento tan difícil como el que atraviesa el país. Pueden ser las
Naciones Unidas el organismo neutral que pueda supervisar la honestidad de tal
proceso electoral. Bajo las presentes circunstancias, es preciso garantizar
credibilidad e imparcialidad a una elección nacional y eso puede ser posible
bajo la supervisión de un organismo como la ONU. y la garantía de orden y de
respeto al proceso por parte de las Fuerzas Armadas Venezolanas.
Respeten el resultado de
la voluntad expresada en las urnas por su pueblo, hoy violada por los que
usurpan la soberanía popular. La Asamblea Nacional fue electa por los
venezolanos. Es legal.
No caigan en la trampa de
pillos que se disfrazan de socialistas. Lo que hacen no es socialismo: es
corrupción sustentada por un populismo insostenible, para satisfacer sus
propios intereses egoístas. El escenario no es muy diferente al de los
anteriores, cuando Adecos o Copeyanos corruptos saqueaban al país en nombre de
una democracia ficticia y se hacían pasar por defensores del interés nacional.
¡Háganle justicia a
Bolívar y a San Martín!
¡No se callen!
Rubén Blades | 31 de enero, 2019.
ACLARACIÓN:
En la primera versión de
este escrito me equivoqué al redactar alguna de las fechas y desarrollo de los
procesos electorales y las acciones de Nicolás Maduro.
Gracias a los lectores
Robert Castellanos y Alejandro Bustamante por sus correcciones.
R. Blades
1º de Febrero, 2019