Pareciera que para cada mes se ha diseñado una estrategia de marketing para tener activa la moda del momento. A la que se le suman los “día internacional de tal cosa”, donde si bien se crea conciencia, es como un mero cumpleaños donde no hay torta ni quien te felicite. Más como dice esta publicación, los tiempos de fe que deberían ser a diario, realmente que están escaseando y haciendo palidecer a todos.
Cada vez más, los instantes en que el creer, impulsar esa
creencia, luchar junto a ella, dejarse acompañar, estimularla y promulgarla a
otros, se notan por demás reducidos. Tanto así que hay quienes no creen en sí
mismos, agobiados por los éxitos de otros, los fracasos propios y el terrible,
qué dirán.
Esas personas no parecen comprender que los tiempos de fe
no son magia, sino la plena construcción del ser. Que toda acción tiene una
reacción, que fracasar es parte del proceso y levantarse con más seguridad y
bríos es lo que toca tras cada traspié.
Tener un sueño o idea al menos vaga, ya es un inicio. Tomar
lápiz y papel y comenzar a esbozar los pro, los contra, que se necesita, cómo
se hace, qué te falta aprender, qué tienes, cuánto tiempo para cada paso y que
dicho tiempo sea laxo pero constante para no dejarte intimidar por el, son los
que ayudan a mantener la fe. Es el proceso que lo celestial y lo humano
mantienen cíclicamente para que haya logros exitosos.
Por la gente que construye tiempos de fe
Leía yo en https://diooda.com/
sobre personas muy creyentes, que han transformado sus experiencias en ejemplos
tangibles y además, audibles. Inspirando de micro a macro, para así consolidar
un crecimiento sostenido.
Esa gente que sabe que su plan de vida podrá tener
cambios, pero que son su actitud y buena pro lo que les ayudarán a logros
esperados e inesperados, ampliamente positivos por igual. Personas que
crecieron en la instrucción, disciplina, trabajo duro y un amor inmenso hacia
la fe de quien es el guía de sus vidas y que desde lo más alto le ve.
Sus tiempos de fe son a diario y no son una moda, sino
una actitud perenne que no tiene poses, sino la espontaneidad y naturalidad de
quien vive para servir y sirve para vivir.
Mientras más personas así existan, los tiempos de fe
serán superiores a las fechas recordatorias y simbólicas o el simple hecho de ver un reloj; y el calendario perpetuo
no será otro, que el de una vida de paz, amor, buena voluntad y trabajo eficaz.
Brindo por ellos, entre los que estoy seguro que está
usted, que me lee.