A las personas le han infundido el
miedo a ganar y no nos referimos a lo económico tipo inversionista. Aunque algo
de economía hay a manera de efecto dominó o bola de nieve.
El miedo proviene de dejar lo que
da poco y es controlado por otros, como los bonos o bolsas de comida, por un
sistema donde el empleo de toda índole les brinde un salario justo que cubra al
menos:
- Comida.
- Medicinas.
- Transporte.
- Educación.
- Servicios
básicos.
Porque eso es lo que debería de
cubrirse con un salario y ser mejor respaldado por dos o tres en un mismo
hogar. Incluyendo al ahorro y los gustos como vacaciones o salir a comer o ir
al cine.
Pero el miedo a ganar ello es
proporcional a las ganas a ser mantenido por el Estado. Que el Estado me dé de
por vida a cambio de un voto, una arenga o pelearme con un familiar o amigo en
defensa de quienes no me defenderían, sino que me harían ir en contra de ellos
con más ahínco, respaldado por argumentos fútiles, pero dichos con muletillas,
gritos y cara de pocos amigos.
¡Tan sabroso que es luchar para
ganarse las cosas y disponer de las marcas, lugares, horarios que uno quiera,
con el dinero que legal e inteligentemente uno devenga por lo que vende o por
lo que hace!
Sin miedo a ganar mí buena dotación
de comida al gusto proveniente de mis emolumentos. En vez de estar supeditado
no más a un beneficio barato, que sienten que te regalan pero no es así, porque
de algún lado está saliendo ese dinero.
Sí, sale del IVA, de los impuestos
a los negocios, productos, personas, de los aranceles que dicen no cobrar pero
cuando vas a una oficina pública, sí no llevas efectivo, tarjeta o pago móvil
está difícil que te den el documento que buscas.
Que te quiten lo que supuestamente
es gratis, no más por cambiar a un sistema en el que todos ganaríamos lo justo
para pagar lo justo y obtener lo justo (dispensen el fatuo juego de palabras),
es el miedo a ganar que muchos tienen, porque es más sabroso vivir del Estado,
que de sí mismos.
Tener condiciones sociales justas,
pagar para que se hagan las cosas y que nos sobre, que no dependamos de otros
sino de nosotros mismos.
Que se ayude al desvalido, a quien
cayó o a quien ha cotizado, es lo más justo. Ese es un fin loable al impuesto.
Pero no es un buen uso de los
impuestos hacer fiestas que dan perdidas, sacar vallas y camiones con la cara
de un funcionario para exaltar su figura y hacerle publicidad a más no poder
con el dinero de los contribuyentes.
Ese dinero debería de ir a
hospitales, ancianatos, orfanatos, reparación de calles y sistema eléctrico y
de agua para que las condiciones de vida por las cuales pagamos, estén al 100%
y sean dignas de que nos cobren.
Pero el miedo a ganar ese tipo de
vida que en Venezuela puede ser mejor que en otros países (donde exageran con
la generación de capitales y los horarios laborales que deberían de ser de ocho
horas), ese miedo nos tiene fregados a todos.
Quienes desean un Papá Estado
gigante, son unos hijos flojos mantenidos a los cuales la vida, se les va
poniendo cada vez más chica. Y es por su culpa.
Pensemos en grande. Y que lo
barato, siempre nos va a salir caro, porque de algún lado y a la calladita,
para no ser acusados o comparados con los capitalistas, siempre nos lo sacan.