Autor: Víctor Vielma Molina
Quienes hacen fraude, violan las leyes, dividen y destrozan al país, no merecen la relevancia de héroes ni las investiduras del poder. Los héroes unen, salvan, liberan y conducen a los pueblos hacia la prosperidad. Quienes se entregan y se resignan al mal, contribuyen a favor del delito, la injusticia y el caos. Así mismo, quienes dicen, “esto no lo cambia nadie”, desconocen las grandes virtudes de los seres humanos. Pensar y actuar de esta manera, raya en la complicidad. Algunos dicen que quienes actúan así, es porque “desconocen el bien supremo”, del que solía hablar Platón, o en otro orden de ideas, los fundamentos de “la buena voluntad” de Immanuel Kant.
A los hombres y mujeres que luchan por la vida, basados en el bien, no los alcanza la desesperanza ni la resignación. Y los venezolanos están hechos de esta inquebrantable fibra. Por ello han sido, son y serán ejemplo a seguir. Pues, cuando las circunstancias de la realidad les decían, que todo su esfuerzo sería en vano, supieron derrotar a la adversidad. Y de esa gallardía y pensamiento, están constituidas sus vidas y razones actuales. Estas virtudes, cuando la patria las requiere, emergen. Porque las crisis, duran el tiempo que pierden los afectados para reaccionar y luchar contra ellas. En Venezuela el mal satura, sobrepasa los límites, atraviesa la frontera de lo inaguantable. Por ello, la gente dice: “Esto está a punto de estallido.”
La decadencia de una nación, viene a ser la vitrina de los malos pasos por lo que atraviesa su civilización, que generalmente otras naciones ven; pero que, como paradoja, los propios se niegan a reconocer. La misma, advierte a los líderes adelantados, la necesidad de corregir, enriquecer y fortalecer culturalmente, a los siguientes pasos. Pero para ello hay que conocer las bondades del bien supremo. El verdadero bien alcanza para todos. Es universal. Y lo universal no margina a las partes. El bien organiza. El mal lleva al caos, a la trascendencia descendente y muerte definitiva. Todas las religiones, hablan de la trascendencia ascendente e inmortalidad del alma de todo aquel, que practica el bien. La filosofía es al bien, tanto como el bien es a la filosofía. Y la política deja de ser, tanto como se aleje del bien. Porque: “La política – como lo dice Platón – se funda en la ética; no la ética en la política.”
Quien analice acuciosamente la política venezolana, no debería dejar partes sin ver. La oposición obcecada por el revocatorio, ha abandonado lo básico y se deja timar las relevantes elecciones de gobernadores. El gobierno de Nicolás Maduro, en complicidad con el CNE, huye peligrosa e ilegalmente, de las dos contiendas electorales. Hasta ahora, por medio de deliberados desviacionismos y de actos fraudulentos, ha logrado evadir preceptos constitucionales y leyes electorales. El régimen esconde su barranco, a su terrible fracaso y debilidad, atentando contra inocencias y difamando a la oposición. Por ello, se deslinda de las normas, evade el estado de derecho y se suma a la ilegitimidad, para no ser (alcanzado) por los acuerdos del mundo civilizado. En esta dirección, aguza su habilidad para confundir y escapar, lanzando potes de humo y capoteando a la devastadora tormenta que se avecina, sin buscar la salvación de la población ni dar soluciones.
Pero para que el pueblo crezca jubiloso y se salve, de la más temible adversidad, es importante que reconozca y descubra, el mensaje que el ser humano lleva consigo. Quienes desde el bien, lo saben ver, escuchar, sentir e interpretar, abordan la sabiduría. Todo ser humano, por muy malo que sea, tiene reservas morales y del bien. Por consiguiente, es de esperar, que estas emerjan en él, inesperadamente. Pero para ello hace falta la palabra mágica que lo rescate de la perdición, la indiferencia y pasividad. No en vano se dice que: “El hombre es impredecible.” Pues, los mensajes de unidad y salvación, son más convincentes, que los de la destrucción.
Quien ama el bien, armoniza y trasciende de manera ascendente. Quien vive del odio no tiene tiempo para pensar en sí mismo ni en el bien. Limita su espacio y acorta su tiempo. El odio es la industria del delito, del pecado. No se es útil si no se practica el bien. Quien vive del mal no se hace bien a sí mismo ni a los demás. Todos merecemos el bien para un mejor vivir; pero esto no se logra con el desprecio contra quienes piensan diferente. No hay demócrata ni socialista, que valga, si desprecia a quienes son contrarios a sus ideas. Porque, ciertamente, “Quienes son respetables – como lo indica Fernando Savater – son las personas, no las creencias. Las opiniones no son todas respetables. Si así hubiese sido, la humanidad no habría podido avanzar un solo paso. No se puede respetar las ideas totalitarias, xenófobas, racistas, excluyentes, que violen los elementales derechos humanos.”
En Venezuela, el gobierno niega libertades, es excluyente, limita al necesario y auténtico diálogo. Pues, mediante la fuerza, el soborno, la manipulación, el secuestro y la violación de los derechos políticos, sociales y económicos, plantea eternizarse en el poder, por considerarse soberbiamente, imprescindible. Bajo este esquema, niega derechos y reprime a sus oponentes. Su vileza, resulta ser, más que una pena, delito de lesa humanidad.
Fuente: http://www.analitica.com/opinion/la-soberbia-del-imprescindible/