Remontarnos a Bolívar como la causa inmanente de nuestra nación, es olvidar su profunda desconfianza sobre la naturaleza de sus habitantes que, según él, no estaban hechos para vivir en democracia.
Su visión, que era diametralmente opuesta a la de Washington en EEUU, queda claramente expuesta en el manifiesto de Cartagena en el que descarta toda idea de federalismo, en favor de una total centralización de la autoridad.
Por eso expresa en ese importante documento que nuestros compatriotas no están en condiciones de ejercer, por sí mismos, sus derechos, al carecer de las virtudes que caracterizan a un verdadero republicano. Y llega a decir que está convencido -hasta la médula de sus huesos-, que América sólo puede ser gobernada por un despotismo competente y que puede darse el lujo de colocar las leyes por encima de los líderes y los principios por encima de los hombres.
Ahora bien, Bolívar era un mantuano, posiblemente el hombre más rico de Venezuela y con una cultura muy marcada por el período de la ilustración y de la revolución francesa, particularmente en su fase bonapartista. Veía a su América como muy primitiva y no estaba para nada convencido en las virtudes republicanas de sus habitantes. Por eso pensó en su presidencia vitalicia, por eso consideró que la única manera de gobernar era a través de un poderoso gobierno central.
Esa manera de pensar ha prevalecido con sus variantes a través del tiempo. Y si bien es cierto que en Venezuela hubo una guerra federal y que en varias de nuestras Constituciones se expresa que somos un país federal, en la práctica, es sólo con Carlos Andrés Pérez cuando de verdad se inicia un auténtico esfuerzo de descentralización.
Hoy vemos como, si bien hay elecciones regionales y municipales, se las subordina, a través de la ANC, al poder central. Y con ello se exacerba la subordinación de los ciudadanos a un maximo líder representado por un Presidente del Estado y del gobierno, que es a su vez Comandante en Jefe de las FFAA. Esto es un retorno evidente a lo señalado en el Manifiesto de Cartagena, con la intención clara de la presidencia vitalicia encarnada en la eternización de la revolución bolivariana.
Esperamos que no sea inevitable lo expresado en la última carta del Libertador, citada en “Bolívar and the Caudillos”, por John Lynch, en la que amargamente señala que después de haber gobernado durante 20 años, ha llegado a ciertas certezas:
1. América del Sur es ingobernable por nosotros
2. Los que han servido a la revolución han arado en el mar
3. Lo único que puede hacerse en América es emigrar
4. Este país (Venezuela) caerá inevitablemente en las manos incontrolables de las masas que se las transferirán imperceptiblemente a manos de tiranuelos de todos colores y razas
5. Una vez que hayamos sido devorados por todo tipo de crímenes y nos hayamos extinguido por desproporcionada ferocidad, los europeos no nos considerarán ni siquiera dignos de ser conquistados
6. Si fuese posible a cualquier parte del mundo revertir hacia un caos primitivo, ese será America en su última hora.
Fuente: www.analitica.com