Autor: Bernard Horande
Se anuncia un nuevo diálogo con la satrapía que manda en Venezuela.
En política, conversar siempre representa una herramienta útil. Pero si se va a negociar, es conveniente saber sobre qué se va a negociar. Sobre qué bases, en qué condiciones y con qué objetivos.
No se trata de un asunto de principios, como lo tratan de vender algunos que rechazan negociar. Tampoco de la calidad de la otra parte. En este caso peor no puede ser.
Porque, al fin y al cabo, si se viera Usted en la necesidad, ¿no aceptaría negociar con el secuestrador de un familiar suyo? Por supuesto que sí.
El asunto es qué desea obtener el régimen venezolano y que pretende obtener la parte que supuestamente dice representar la oposición.
Toda la gente de bien en Venezuela internamente quiere una salida pacífica a la actual tragedia venezolana. Es necesario agotar todas las vías para ello.
Pero también internamente todos sabemos que una salida violenta va avanzando con cada vez mayores probabilidades.
Primero que todo, los demócratas venezolanos no podemos tener otro objetivo que no sea el de que el despótico y fracasado régimen que por ahora oprime a Venezuela sea desplazado del poder y sustituido por un gobierno de amplitud democrática, plural y moderno que recupere nuestro país.
En resumen, la salida de Maduro y su extensa camarilla, y el regreso de la democracia.
Aprecio que hay tres puntos a destacar que causan alarma ante la poca o nula información, así como la alta posibilidad de que unos negociadores “de este lado”, no designados por los ciudadanos y que no necesariamente nos representan, estén negociando lo que no deben y para lo cual no están facultados.
- En lo social, la ausencia del establecimiento de un canal humanitario para un país en el que la gente se está muriendo de hambre por falta de comida y de enfermedades por falta de medicamentos. El régimen madurista se niega a reconocer la tragedia que está viviendo la población venezolana y pretende incluir, como concesión en una negociación, la apertura de ese canal humanitario. ¿No es el deber ser es el de tomar medidas para paliar la crisis social y asistencial, previo a cualquier negociación?
- En lo político, la sensación de que cierto sector de la oposición parece encaminado a estar de acuerdo en, paulatinamente, ir aceptando y reconociendo la fraudulenta e ilegítima Asamblea Nacional Constituyente “electa” el 30 de julio pasado. Uno de los puntos claves en una negociación con el régimen podría ser, sin duda, la posibilidad de convocatoria de una elección presidencial. Pero, uno se pregunta, aún llegándose al acuerdo positivo de una elección de ese tipo y sus condiciones, y luego si llegara a triunfar la oposición, ¿cómo quedaría ese Presidente opositor con un mandato disminuido en el poder, sujeto a las directrices de la plenipotenciaria Constituyente Cubana?
- En lo económico, se comenta que un tema de parte de la oposición sería el de la aprobación de la Asamblea Nacional de los acuerdos de reestructuración y refinanciamiento de la deuda venezolana. Las recientes sanciones económicas por parte de Estados Unidos tienen a la dictadura venezolana boqueando y sin aire. Por esa vía, y con la sumatoria de otras sanciones internacionales, la situación se les hará insostenible en poco tiempo. No tienen a quién o a dónde acudir. Entonces uno se pregunta, ¿de verdad se le quiere poner en bandeja de plata una bombona gigante de oxígeno financiero a un régimen que está en las últimas en cuanto a su supervivencia económica?
Por supuesto, aparte de todas esas inmensas dudas, y otras más que seguramente surgirán, está el tema de las garantías de cumplimiento. Estamos tratando con criminales. Individuos que no conocen de acuerdos ni de cumplir con lo que se promete, si ello va en contra de sus intereses o su continuidad.
Por todo esto, es necesario reevaluar la pertinencia y el sentido de estas negociaciones, previstas para principios de Diciembre.
En el despliegue de cualquier estrategia, los errores que se cometen al final de ella, suelen ser los más costosos y más decisivos.