El país anda mal. La crisis nos lleva inexorablemente al abismo y los venezolanos, del bando que sea, andamos desunidos, criticándonos los unos a los otros o, peor aún, moviéndonos en direcciones contrarias, pensando cada quien en cómo salvarse o preservar las ventajas adquiridas a través del tiempo.
Lo grave es que pareciera que nadie logra entender que esta crisis puede ser terminal y siguen pensando que la solución a nuestros males está fuera de nuestro país, ya sea en el llamado imperio o en la mentada isla de la felicidad. Lo que no queremos reconocer es que solo saldremos de este atolladero si no entendemos que la única salida viable es la constitución de un gobierno amplio de unidad nacional, que adopte las medidas necesarias para detener la hiperinflación y aplicar la hoja de ruta requerida para iniciar el camino de la reconstrucción nacional.
Mientras permanezcamos divididos, enfrentándonos no solo con el adversario o enemigo, según la postura política que adoptemos, sino -peor- entre nosotros mismos, planteando fórmulas políticas inaceptables para el contrario y que no tienen mayor impacto real que su presencia momentánea en las redes sociales, seguiremos en el torbellino actual con la consiguiente degradación en las condiciones de vida de la inmensa mayoría de los venezolanos y propiciando como única salida la fuga en masa de más venezolanos.
Sabemos que la sensatez y la sindéresis son bienes escasos en la Venezuela actual, pero no por ello debemos rendirnos ante la evidencia sin intentar apelar a lo que quede de buena voluntad y buscar una fórmula que pueda garantizar el cambio necesario, con el menor daño posible a las partes implicadas en hacerlo viable.
Fuente: Analitica.com