Quizás esta analogía sobre los recursos y su administración termine molestando
a muchos, pero es la que más me ha sonado e incluso, la he asociado a cualquier
negocio por años, aunque sea un tanto ventajosa, ha resultado legal y “casi”
justa. Con ello, también le doy algo de balance para echarle una ayudita a
moros y otra a los cristianos.
En Maracay, hay una famosa pescadería al
este de la ciudad, punto de referencia y ventas obligado. Sus dueños desde
siempre han tenido el privilegio de ser los principales clientes de los
pescadores en Ocumare de La Costa y Choroní; de hecho, la pescadería tiene sus
propios afiliados.
Pero igualmente, los pescadores llegando
a tierra se decantan por ellos porque compran la pesca de inmediato y requieren
abarcar muchas especies y gran stock al cual le ganan por calidad y frescura
incluso con un toque de congelación, permitido por las leyes y aceptado por el
público.
Claro está que las demás pescaderías,
muchas de ellas de los mercados municipales, luego particulares y después los
supermercados (sí, los supermercados van casi de último, porque la demanda no
es tan apreciada) y los particulares que pescan o tienen a sus pescadores
aliados con los pescados más económicos.
Para no hacer el cuento tan largo, esto
ocurre igual con los gobiernos que administran petróleo y demás recursos
naturales, le venden al que paga al contado y mayor producción en primera línea,
para así tener dinero fresco. Luego van con aquellos con los que pactan pagos
especiales y mucho después, las ayudas. Porque -en el caso de los
hidrocarburos- la renta petrolera sostiene al país y esta debe ser segura, y
nada más seguro que el que pide y paga.
Los recursos naturales bien
administrados y con transparencia, también son de adquisición global y
mantienen estable la economía del país proveedor. Algo tan claro y estable no debería
ser cambiado por ideologías, salvo que dichos recursos sean para crear inestabilidad
financiera o para crear armas peligrosas o financiar al mal.
Tampoco se le debería vender a aquellos que no son recíprocos y mantienen comercialmente felices y vinculados a sus proveedores. Recuerdo que una vez el gobierno de Japón le ofreció al de Venezuela (en la década de 1980), recoger de manera gratuita toda la basura reciclable del país (aluminio, vidrio y papel), que era arrojado indolentemente en las carreteras.
Pero Venezuela dijo no, ya que eso era para crear artículos fuera
del país y venderlos acá a precio full. Los japoneses no quisieron abrir fábricas
y contratar mano de obra venezolana para ello, entonces era mejor dejar la
basura quieta.
Como ven, el meollo del asunto es que
cada quien debe tener su catálogo de clientes que, además de comprar y pagar a
la vez, no utilicen los recursos del país para luego desquitarse (con manipulación
o precios full o desinversión); dejar de usar los recursos naturales propios de
una tierra como la nuestra para comprar favores y no para llevarle el pan a la
mesa de los ciudadanos a través de condiciones básicas elementales para que se
desarrollen.
No es poner en bandeja de plata los
recursos, es vendérselos a quien no te va a jorobar la vida con ello y tampoco
a nadie de bien. Que el dinero recabado se palpe y no quede en grupúsculos; no
es traspasar, porque el país nacional es el dueño de las riquezas de la tierra,
sino saberlos administrar para que brinden dividendos y no existan
repercusiones colaterales.
Ahora, que el que pide y paga no sea del
agrado de la mayoría, es otra cosa. Pero, mientras no sea para que le monte el
pie en el cogote a otros -menos a su proveedor-, que pida mientras pague
correctamente.
Porque todo bien trabajado para la
comercialización, necesita clientes seguros y luego a los esporádicos -sin
demeritarlos-, ya que existen también gastos de flete que paga o el receptor o
el emisor -según tratados internacionales-, que sí no se les realiza un trabajo
económico sesudo, genera pérdidas.
Y nadie debe hacer negocios para perder,
así como tampoco para desguazar, mucho menos un estado a través de su poder
ejecutivo, ya que ese dinero y esos recursos naturales, no son suyos.
Entendiendo esto se puede hacer tripas corazón
y comenzarle a vender al mejor postor, sin que sea tampoco un trato de
exclusividad y con condiciones llenas de opacidad, porque eso mal acostumbra al
cliente y siguen o surgen nuevos fallos que por igual van a resultar más gasto
que ganancia.




