Título original: Lo breve si bueno... tesis mínimas
John
Nash, esquizofrénico y brillante, era ingeniero químico, aunque hiciera su
doctorado en matemáticas y aunque le dieran el Nobel en Economía. Ya hablé de
él en otro post sobre los nuevos
matemáticos pero hoy vuelvo a traerlo aquí por su tesis doctoral
que, titulada "Non-cooperative games", tenía 27 páginas.
La mía
tuvo 150 y fue ya una provocación, no sólo por eso sino porque fue la primera
cuyo formato era informal e iba con una imagen en la portada. En aquel momento
se estilaban las tesis de cientos de páginas y todas encuadernadas por las
monjas clarisas (si, tal cual lo leen). Luego la cosa mejoró y se llegó a
prohibir que los trabajos de investigación del DEA (para los de fuera: una
antesala de la tesis doctoral) tuvieran más de 25 páginas.
Cuando
emigré a Extremadura la cosa cambió y uno de los primeros debates que tuve fue
sobre el grosor de los Proyectos Fin de Carrera. Baste decir que mi visión de
que lo importante era el contenido y no la extensión así como otras propuestas
diversas (sobre formatos digitales alternativos, por ejemplo) fueron consideradas
de claro origen alienígena.
Desde
entonces estoy convencido de que el miedo a la brevedad está fuertemente
correlacionado con la inseguridad y que aquellos que exigen quinientas páginas
a sus doctorandos no son buenos profesionales.
Echemos
un breve vistazo sobre lo que se cuece por ahí sobre esto del peso de las tesis
de diversos tipos. Unos pocos ejemplos serán suficientes.
Obviamente,
la tesis de Nash era muy breve como tesis doctoral pero hay que reconocer que
el tipo era un genio. Pero hay otros no tan concisos, por ejemplo, Ravinder
Nanda defendió su PhD con una tesis de 34 páginas titulada "Comparison of
Predetermined Position Times for Indexing and Stationary Targets" en 1962
(Department of Mechanical & Industrial Engineering University of Illinois).
Bastante antes Walter Boas había leido su tesis doctoral en la Technische Hochschule of Berlin. Fue en 1930 (sí, ya llovió desde entonces) y tenía unas sorprendentes 15 páginas. Como señala su biografía "fue recibida con cierto escepticismo" debido a que era la más corta nunca presentada para un doctorado en ingeniería.
Bastante antes Walter Boas había leido su tesis doctoral en la Technische Hochschule of Berlin. Fue en 1930 (sí, ya llovió desde entonces) y tenía unas sorprendentes 15 páginas. Como señala su biografía "fue recibida con cierto escepticismo" debido a que era la más corta nunca presentada para un doctorado en ingeniería.
En la Universidad
de Wageningen mejoran aún la marca: en 1972, J. P. Roozen defendió su
tesis doctoral con el título "Inactivation of peroxidase, pectinesterase
and alkaline phosphatase in polymers as a model for irradiation of dried
foodstuffs" y con 11 páginas de extensión (el título ya se lleva una buena
parte).
Con las
mismas páginas tenemos la escrita por el físico C. N.
Yang, eso sí, después de que su director insistiera varias veces
y consiguiera que la alargara de 3 a 7 y finalmente a 11 folios.
Pero hay
más (o menos, según se mire): en Princeton tienen una base de datos con sus
51655 "senior thesis" donde comentan el caso de Gianluca Tempesti, que la leyó en 1989 con
el título "Overview Opto-Electronic Integrated Circuits" y con una
extensión de... 3 páginas (ficha aquí).
De todas formas, la brevedad no debe ser aplicada sólo a lo excelente. La máxima del confesor dice: lo bueno si breve dos veces bueno. Y lo malo, dos veces menos malo.
Autor: Ángel M. Felicísimo