Desde niños, la fuerza
bruta ha sido tomada como la manera errónea de tener cabida en el mundo. Aprovechar el poder
corporal para intimidar, amenazar, gobernar y burlarse de otros menos
acuerpados ha sido clave en el llamado bullying.
Este tipo de fuerza también
es mental –más no inteligente-, permitiendo desarrollar artimañas para
manipular, estafar y endiosar a los demás, con tal de consolidar sus más
oscuros propósitos.
Está también en las armas,
el dinero, los cargos en el sector público y privado, así como en los deportes.
Vemos cómo la tonificación
muscular es utilizada como una forma de escalar en los deportes, cosa que
podría comprenderse para el desempeño en el campo, pero no para utilizarlo en contra
de las personas en el día a día.
La inteligencia, moral y
sentimientos son tres fuerzas que se ven aplacadas en muchas personas que se
concentran en la fuerza bruta.
Por fortuna, hay quienes
saben medir su fuerza física y equipararla con su capacidad intelectual y unos
sentimientos que les hacen buenos ciudadanos y mejores personas.
Aunque estas, en ocasiones,
son tomadas por su figura y gestos serio y equilibrados, como “bravos o
amargados”, creando lejanía. Aunque ese distanciamiento proviene de quienes
sacan conclusiones a priori y no se
atreven a descubrir quién está debajo de la fachada.
Lo extraño de la fuerza bruta
Tomando lo anterior, vemos
que hay quienes se acercan a quienes utilizan la fuerza bruta para conseguir lo
que quieren. Es una forma de evitar ser perjudicados por ellos –al menos eso
creen-, convirtiéndose en sus títeres.
Ha ocurrido en los reinos
antiguos, en la mafia italiana o japonesa y en los grupos subversivos o de
delincuentes de barrio que pululan actualmente. Esto termina acrecentando la tasa
de villanos y agresores, porque prefieren estar con el que hace daño, para que
no se los hagan, considerándolo a su vez la vía fácil.
Otros, que son fuertes, se
decantan por la seguridad; hay muchos que usan su físico para intimidar y
agredir al ciudadano, lo que no crea mayor diferencia con los delincuentes.
Pero hay muchos que son
titanes por fuera y por dentro, que tratan a la persona con dignidad y demuestran
arrojo por el prójimo, entendiendo que así como ocurre en la naturaleza, el
fuerte protege al débil.
Canalizar nuestro poder interior
No a todo el mundo se le da
la fuerza física, quien suscribe intentó la vida en gimnasios y jamás lo logró.
Tocó fortalecer a la razón y el corazón para demostrar la fuerza interior.
Hay quienes son guiados
para que su fuerza bruta sea parte balanceada de su existencia. De allí que el
boxeo, karate, tae-kwon-do, kung fu, judo e incluso el ballet, pintura, música
y yoga, permiten enfocar a niños, adolescentes y adultos a usar su fuerza para
la defensa pasiva y el apoyo estructural en la vida.
No para conseguir lo que les
plazca con el temor ajeno.
Además, otra forma de
transformar a la fuerza bruta se encuentra en el léxico. Los instructores o
manager deportivos de verdad exigentes le prohíben y sancionan a sus pupilos
que reclamen con groserías o agresiones a sus compañeros o rivales.
Que cada molestia o error
sea tomado con la madurez y fiel asumir que es de humanos errar y que la
tenacidad y apoyo permiten corregir y olvidar los errores y alcanzar mayores
metas, habilidades y jugadas o estrategias victoriosas.
Esto debería aplicarse en
las escuelas, para que no existan más peleas provocadas por quienes tienen a la
fuerza bruta de su lado y no toleran que otros sean como son o no se dejen
quitar sus cosas.
Hagamos de la fuerza bruta
(la que nos permite cargar un botellón o un saco de cemento o incluso destapar
un frasco), en eso, la manera de estar sanos, óptimos, tonificados y hábiles
para desempeñarnos.
No para transformarlo en
agresión, falso liderazgo o en un error que pueda costarnos la cárcel, la
muerte, la pérdida de un miembro e incluso, la locura, por no saber utilizar a
la mente sobre el cuerpo.
La fuerza bruta es un
concepto de poder necesarios para realizar con los músculos (pectorales, bíceps, tríceps, cuádriceps), lo que
bien deben crear, canalizar y controlar los músculos principales: la mente y el
corazón.