Nota: No debe ser confundido con las personas que aman a su empleo/trabajo y le entregan una buena dosis de tiempo, pero que también lo hacen por sí mismos y por los suyos con tesón, entrega y amor.
Ciertas condiciones
laborales pueden aumentar los niveles de ansiedad y estrés. Lo curioso es que los
llamados workaholics sienten ese malestar e irritabilidad cuando no
están trabajando.
Workaholic es
un anglicismo que se traduce por Trabajólico, Laboradicto, Trabajoadicto,
Ergómano o Ergomaníacos. Múltiples formas para referirse al mismo tipo de
persona: aquella a la que su entorno define como adicto al trabajo.
Los workaholics tienen
como centro de su vida su trabajo y quizá (no absoluto por fortuna) restan importancia a todo lo demás, ya
sea una cuestión familiar, social o personal. Así, su incapacidad para
desconectar acaba poniendo en riesgo su salud de forma gradual. Según Marisa
Bosqued, psicóloga clínica con gran experiencia en el ámbito laboral, la
situación en la que se encuentran provoca que poco a poco vayan perdiendo su
estabilidad emocional, llegando incluso a convertirse en adictos al control y
al poder para tener éxito.
¿Eres
un workaholic?
Los síntomas más
habituales que presenta un workaholic se pueden agrupar en tres
tipos, dependiendo de la dimensión a la que le afecten. No obstante, se debe
resaltar que no existe en la actualidad una definición médica para esta
condición.
Cognitivos:
ansiedad, irritabilidad, depresión, malestar, preocupación constante…
Fisiológicos:
insomnio, estrés, aumento de la presión arterial…
Conductuales:
fuerte necesidad de control, planificación extrema, alejamiento del
entorno social…
Sin embargo, las
características comportamentales pueden ser muy variadas. Por ejemplo, su cupo
de días libres suele estar lleno e intacto, es decir, tienen tantos como a
principios de año. Incluso, en casos extremos, llegan a renunciar a sus
vacaciones por permanecer trabajando. De ahí, que sean los primeros en
llegar a la oficina y los últimos en irse.
No disfrutan de su tiempo
libre, si se permiten tenerlo… O bien dedican sus ratos de relax a
pensar sobre el trabajo o deciden incluso ir a desempeñar su labor a la
empresa, aunque haya terminado su jornada. Además, sus conversaciones
giran en torno a un único tema: el trabajo. Por eso, es muy habitual que
se lleven tareas a casa o bien para acabarlas durante la noche o el fin de
semana.
El
centro de su vida
Para estas personas, su
trabajo se ha ido convirtiendo poco a poco en el centro sobre el que gira toda
su vida. De hecho, este ha ido desplazando a todo lo demás. Normalmente, estas
personas suelen tener pocas relaciones de apoyo social a su alrededor. Por
eso, recurren al trabajo cada vez con más frecuencia para refugiarse de
sus problemas personales.
Como considera Wayne
Oates, psicólogo, médico y educador, la relación que mantienen con el empleo es
comparable a la de las personas alcohólicas con la bebida. Sienten
una necesidad incesante y continua de trabajar. Tanta que al final acaba
por minar su salud, su bienestar y destruir la mayoría de sus relaciones
sociales.
Según Bosqued, esta
adicción radica en una ambición profesional desmedida. Así, los ergómanos
trabajan a destajo porque consideran que es la única manera de autorrealizarse.
De hecho, buscan a toda costa sobresalir porque han aprendido que a mayor
esfuerzo, más poder.
¿Parte
amable o refuerzo positivo?
El lado positivo de esta
dedicación exclusiva al empleo son las consecuencias laborales. Tanto el jefe
como el resto de compañeros de oficina ven en el workaholic una
especie de referente laboral. En el sentido de que es el que más horas dedica a
sus proyectos, el que más implicado parece estar en los resultados de la
compañía, el que da la sensación de estar más motivado… Y al final, todo
ello tiene su recompensa en forma de ascensos, poder o remuneración.
Pero, a su vez, ese
reconocimiento refuerza la conducta adictiva. Y, con ello, dificulta mucho
que el workaholic deje de serlo porque cree que si con su
comportamiento consigue mayores dosis de poder y ambición, ¿por qué tendría que
dejar de hacerlo?
Connotación
no tan negativa
La dificultad para
considerar este tipo de conductas como un trastorno radica en que su entorno no
suele considerar trabajar en exceso como algo “malo”. Cuando una persona
toma drogas habitualmente o se refugia en el alcohol para escapar de
sus problemas, el círculo social del adicto condena firmemente su conducta. No
obstante, parece que trabajar demasiado no está tan mal visto.
Sin embargo, sí es un
comportamiento muy disruptivo. Es una conducta disfuncional que no permite
a quien la padece desarrollar el resto de pilares básicos de su vida: familia,
ocio y relaciones sociales. Esa limitación e impedimento de llevar a cabo un
día a día “normal” es el que convierte a esta condición en problemática.
Imaginemos que nuestro
mejor amigo comienza a volcarse de lleno en su familia porque uno de sus
miembros es dependiente. Cada vez, dedica más y más horas a su allegado y deja
de lado su empleo, formación y amigos. Al final, es muy probable que termine
desarrollando el síndrome del cuidador. El workaholic es un caso
análogo, enmascarado en la responsabilidad y el compromiso laboral
llevados al extremo.
Como vemos, dedicarse
exclusivamente a trabajar es poco conveniente, porque puede llegar a generar
graves desequilibrios emocionales. Lo mejor es tratar de encontrar el
equilibrio para que nuestra felicidad no dependa de algo en concreto y sea un
estado de ánimo duradero.
Cortesía de Sara Clemente, periodista y certificado por Gema Sánchez Cuevas, psicóloga clínica, para @Periodistech