Hemos
hablado en este blog de la secuencia que tiene el día a día de un adulto
trabajador, mismo que se divide en tres secciones de 08 horas cada una: 08
horas para trabajar, 08 horas para convivir y 08 horas para dormir.
Nuestras
horas de convivencia se “reducen” en actos colaterales, como lo es el transitar
de la casa al trabajo y viceversa, como la hora del almuerzo y alguna salida a
comprar artículos para el hogar.
Las
horas de sueño también merman por el tiempo de preparación de la cena, de los
quehaceres inmediatos, de poder convivir con pareja hijos, perro, gatos y/o redes
sociales más un poco de televisión, un libro o cualquier actividad.
Eso
le resta a la secuencia de sueño, que termina moviendo el ritmo circadiano y va
afectando a la persona en su día a día: Sueño, dolores musculares, irritabilidad,
tristeza, decepción, tedio, falta de concentración que afecta en el
rendimiento.
Y
eso hace que cada día se comience a parecer al anterior, algo que se acrecentó
luego de la pandemia y que seguimos reflejando en nuestra cotidianidad.
Aunque
ya llegada la adultez, uno comienza como a olvidar las fechas patrias o las
fiestas porque hay otra modalidad de vida distinta a la de la época escolar,
esta secuencia de stress para poder solventar o al menos equiparar nuestra situación
económica, trastoca nuestro contacto con la sociedad y sus fechas
trascendentes.
Perdemos
tanto la sentencia que debemos preguntar a otros ¿hoy que dia es? o revisar en una web sobre ello y su incidencia, ya
que aunque nos sean tradicionales, debemos saber sí habrá feriados bancarios
que provengan de ellos, puentes festivos (fin de semana largo) o qué
actividades se harán en las ciudades y que incidan en nuestro ir y venir.
En
fin, nos estamos desgastando no sólo en lo físico, sino en lo social. Nos vamos
haciendo tan ariscos que le quitamos ese brillo y/o motivación para que existan
tales fechas.
Claro
que es discutible el día de los enamorados, día de la madre, día del padre o
día del niño, pero en mis blogs he explicado que esos días son para un gesto
material o una actividad que pueda romper la secuencia de cotidianidad que nos
conduce al aburrimiento.
Y,
es más sencillo resumir a ciertos días, los regalos materiales. Obviamente el
amor, afecto, comprensión y compañía, junto a todo lo que tiene valor real para
el sentimiento y relaciones humanas, se hace y se brinda a diario.
¿Pero,
notaron que en ambos casos, el fragor de las labores, nos aleja y nos acarrea
otras consecuencias afectivas y familiares?
Más
distancia entre padres e hijos, la pareja va perdiendo la conexión y la
intimidad; pesan más las cosas que los gestos. No se comparten tareas,
experiencias, saberes.
Lo
que lo empeora, es que el tiempo que dedicamos a las redes sociales, mostramos
bondades y virtudes que tuvimos y aminoramos por estar en la lucha por
subsistir en nuestro país, lo que raya con la hipocresía.
Lo que más temo de la secuencia
Además
de no saber qué fecha es y/o qué valor tiene para mí nación o para mis
amistades (su cumpleaños, aniversario, graduación, día de su profesión), me
asusta la secuencia de cosas que restan tiempo a la creación, porque cuando al
fin me puedo sentar a descansar, llega la conciencia a regañarme porque no
estoy trascendiendo.
Sí,
el enemigo está sobre mis hombros. Es mi cerebro que genera estrés y afecta mi
cortisol entre otros elementos que pueden afectar a mí salud de distintas
maneras.
Todo
porque debo estar buscando cómo compensar la
comida, el transporte, la ropa, las comunicaciones, los servicios públicos
y además los intersticios para socializar.
Quizás
haciendo horarios se reduciría ello, pero sigue siendo un tanto estricto y la
mente comenzará con una extraña competencia con ella misma donde el resto de mí
está inmerso y seguirá el ciclo.
Por
eso, la solución son: objetivos paso a
paso. No tratar más de ganarle la carrera al tiempo, sino saber que un
nuevo día vendrá y el mismo tendrá diversos contenidos. Buenos o malos, pero
los tendrá.
Eso
relajará más, sin perder el foco. Que los objetivos sean viables y en lapsos
suficientemente laxos, ayudará.
Que
la espontaneidad y la improvisación sean parte del disfrute, sin olvida que las
mismas están dentro de un círculo de control. Así, se evita la vida del
parrandero que se hace disoluta porque no sabe cuándo comienzan, cuando para y
cómo fue que la siguió, desperdiciando tiempo útil y quedándose atrás en lo
socioeconómico.
La
secuencia de la vida no nos puede seguir arrastrando a aquello que nos afecta,
sino a aquello que nos enseña, atacamos, mejoramos y a lo que le terminamos
marcando la pauta.
En
eso están implicados los sueños, proyectos, necesidades, gastos generales con
control y los gustos culposos que deben ser dados cuando se ha cumplido gran
porcentaje de los gastos necesarios, así nada es aburrido ni nos reprochamos
por hacer lo que vimos a hacer al mundo y se nos fue de las manos por no poner
orden y dejarnos pisotear por la secuencia impuesta por el día a día: vivir a plenitud, sanamente.