“Romero gastó salud
en su juventud haciendo dinero; luego gastó el dinero en su senectud, buscando
salud. Y ahora, sin dinero ni salud, ahí va solo Romero en un ataúd”.- Anónimo
español
“El trabajo es
el precio que pagamos por el espacio que ocupamos”.- Anónimo
Todo justifica el trabajo y tener un empleo, negocio propio o
emprendimiento. Tanto lo económico como la emoción, adrenalina, socialización,
conocimientos que se obtienen. Es vigorizante, reconfortante, obligatorio y
justo.
Es nuestra actitud la que lo hace mejor o peor, no el trabajo
propiamente. Aunque existan profesiones, oficios y deberes que ameritan de
personas con mayor abnegación, aguante, horario y disposición para realizarlos
(benditos sean), más lo que nos atañe es el emprendedor de hoy.
El tiempo del emprendedor
He leído argumentos de todo tipo que indican que el emprendedor no tiene horario, se lo hace.
Las personas que realizan talleres, foros, escriben en blogs o han publicado
libros al respecto dicen que quienes se unen a esta línea de trabajo, deben
olvidarse de horarios porque eso es sinónimo de pérdidas y quiebra, que todo lo
hecho se derrumba.
Y en efecto, los emprendedores –incluso los que no leen
dichos trabajos ni hablan con otros lejanos o cercanos-, se agarran esa filosofía.
Se acaban los domingos, los días de fiesta, las noches se
hacen más cortas para el descanso y más para el negocio; se olvidan de la vida
social como sí perennemente estuvieren estudiando para los exámenes finales o preparando
la tesis. En fin, hacen de su trabajo una línea que va por encima de todo,
incluso de la familia.
Ajá, el punto de la familia
Bueno es cuando se dan cuenta que comienzan a perderse los
mejores años de sus hijos, su pareja se les va alejando estando al lado, la
familia y amigos ya ni un WhatsApp les escriben porque al estar consumidos por
su trabajo, se olvidaron de ellos.
A veces comienzan las argumentaciones de “sí no me aguantaron durante mis días duros, es que no deben estar
conmigo en los éxitos”; ¡error!, no es que no estuvieron, es que
simplemente no les dejaron entrar, hicieron del trabajo una barricada que
quitaba hasta 5 minutos para enviar un meme, un hola, un emoticón de una taza
de café, en fin, señales de vida por encima del deber.
Por eso digo que es bueno que se den cuenta por sí mismos y
comiencen a saborear los verdaderos parabienes del emprendimiento que es igual
al de todo trabajo bajo contrato: hacer las cosas por, para y con la familia,
los amigos, por sí mismos.
Obviamente hay espacios para enfocarse de lleno, pero dejar a
quienes te quieren a un lado, es inadmisible. Hasta lo cordial y justo es
pedirles ayuda, que te cuiden del entorno y de ti mismo/a mientras estás
formando un emporio –por así llamarle- de tu emprendimiento.
¿De qué trata ese cuidado?
Fácil, del cuidado de la salud, de la organización, de no
tener que cargar el fardo de los problemas en soledad.
Concebir horarios aunque tengan un plus extendido para el
emprendimiento pero que no trastoquen este formato que la vida misma ha creado
y que el emprendimiento, si bien obliga darle ajustes para que no se decaiga,
tampoco puede hacerse dueño absoluto del resto de vuestras vidas. Dicho horario
es sencillo:
-
8 horas para el
trabajo.
-
8 horas para socializar.
-
8 horas para
dormir.
Las dos últimas son tan valiosas para la primera, porque sin
ellas…bueno, les invito a releer el pensamiento con el que se inició este
artículo y así sacarán sus propias conclusiones.
Sugerencias, al final son sugerencias
Meterme en la vida de los demás es pecado. Pero ayudarles a
mejorar su salud emocional, física y social es parte de mi deber como
periodista y por eso este artículo.
He visto personas con emprendimientos de alta calidad en
diversos rubros, enfrentando los problemas de la inflación y demás de estos
tiempos. Que tienen razón al decir “si
no trabajo, no como”; lo que se pide es más astucia para laborar,
planificación para hacerlo efectivo, cercano, con creaciones que tengan salida,
utilidad, gusto para que se vendan e inspiren a otros. Que a nadie le falte el
pan en la mesa, pues.
Pero si van a gastar su energía y dejar pasar por alto el
amor a los suyos y el propio por el trabajo, andar con los ojos hinchados y con
bostezos a cada rato porque no duermen bien y cuando se acuestan lo que hacen
es penar en lo que se viene después, la vida se les hará más de cuadritos.
¿Qué se necesita algo de presión?, ¡por supuesto!, más hasta
ella se ha de controlar para que todo no se haga un amasijo de eventos que
dificulten más el aprecio por el trabajo hecho a mano que está haciendo con su
emprendimiento. Aplica también con los deberes formales.
Presupuestar, controlarse, saber y darse gustos (obligatorio
para el ánimo) y cumplir las obligaciones son un patrón que nos viene con la
adultez y no debe abrumarnos, ni siquiera a la hora de agrandar los proyectos.
Todos tenemos un emprendimiento, de hecho este de ser redactor web es el mío. Y cuando me di
cuenta que sólo me fijaba en cuánto podía ganar trabajando más horas y dejando
de hacer o ir a algún lugar o estar con los míos, me di cuenta que me conducía
a la nada, sólo a ser un amante del dinero y no de la vida.
Adecuar nuestros ritmos a las obligaciones es un bien
necesario, para que el emprendimiento nos dé más de lo que esperábamos, así
como soñábamos al tener un trabajo en algún lugar: darnos la vida digna, solvente y con gustos que tanto trabajamos y
tanto nos merecemos.
Dios bendiga sus emprendimientos, mismos que puedo promover
gustoso en Instagram: @publicistech,
pero por favor, ¡que no se les pase la mano, que nadie les pase por encima, que
la vida no se les pase sin saborearla como bien se lo han ganado!